La banda sonora del ‘Noi del Poble Sec’
La futura madre del cantautor llega a la ciudad caminando por la vía del tren y campos a través
El periodista Jaume Collell se ha acercado a la figura y la obra de Joan Manuel Serrat escribiendo un viaje a través de su música, que es la memoria sentimental de muchas personas. De pequeño, Serrat escucha las tonadas de la radio y las coplas que le canta su madre mientras cocina. En el Paral·lel descubre los cancioneros de moda y le fascinan las zarzuelas y los cuplés. Se interesa por todas las músicas del momento y empieza a componer y a cantar con la guitarra que le regala su padre. En este libro, Collell explica cómo se hizo la banda sonora que regaló el Noi del Poble Sec a varias generaciones.
Todo artista es un árbol con raíces y ramas. En el caso de Serrat, los frutos han crecido hasta llegar a un público universal, gracias a una voz singular que resuena en el corazón de culturas hermanas. Del mismo modo en que su vida ha sido objeto de múltiples biografías, hay que escuchar el murmullo de las fuentes que lo han alimentado y ver los ingredientes con los que ha amasado sus canciones. Cada compositor tiene su criterio cuando se dispone a filtrar las melodías y las rimas de antepasados y contemporáneos que influirán de alguna manera en su obra. Este paseo alrededor del universo sonoro del cantautor explora el rastro de las músicas y músicos que lo han hecho crecer, también la variedad de su repertorio y el poso artístico que ha dejado a las generaciones posteriores.
Por haber nacido cerca del mar, en una ciudad portuaria, Serrat tiende las redes para pescar canciones populares de aquí y de allí, que inundan un barrio con una intensa historia artística a cuestas. Las músicas que le emocionan no las abandona jamás, le indican el camino. Por el apego a la tierra, ha labrado los cantos y ritmos silbados por el viento, y los ha regado para recolectarlos como fruta madura. El arte está en la naturaleza, no se crea ni se destruye, simplemente circula y se transforma. Como el fabricante de tejidos, él ha urdido piezas de todos los estilos, y, como el corredor de comercio, las ha distribuido por su mundo. Es el suyo un oficio cercano al del mago que saca unas notas de la chistera en un pañuelo de versos y encandila al personal. No hay truco, pero sí misterios por desvelar.
Las madres de antes eran las primeras maestras. Cantaban en la cocina o mientras zurcían un calcetín. La gente no solo cantaba en casa, sino paseando por la calle o desde lo alto de un andamio. Cantar y bailar era una forma de desperezarse. Quien no sabía cantar ni bailar era un marginado social. Hoy apenas se canta, y se baila muy mal. La radio constituye la primera banda sonora de la época que permite al oyente imitar las canciones que difunde y absorber los títulos uno a uno como una esponja para acariciar la primera guitarra, ensayar cuatro acordes precarios y empezar a soñar con lo puesto. Mientras la canción francesa, las melodías italianas y el pop británico abren caminos en España, en la Cataluña de los años sesenta algunas de estas influencias desembocan en los recitados simples, casi desnudos, de los primeros compases de la Nova Cançó. La virtud de Serrat se explica por el espíritu ecléctico de sus apetencias musicales, con las que abraza el vasto material compositivo que irá almacenando en su taller.
Cuando nace Joan Manuel, no han pasado tantos años desde la mal llamada paz de Franco. La suerte es que la infancia edulcora siempre las penas y los obstáculos. Además, forja la memoria de la persona, sienta sus cimientos y construye un mundo mágico de olores e imágenes. Él crece feliz y libre en una Barcelona hostigada que aún conserva espacios de diversión. Allí cultiva los cinco sentidos sin darse cuenta, obedeciendo unos instintos que se convertirán en el principal ánimo de su vida artística. La mirada lo empuja a tocar con las manos todo lo que descubre fuera de casa, y para un futuro músico es tanto o más importante el olfato que el oído. A partir de estos cuatro sentidos irá fabricando el quinto, un gusto personal amplio, sin desdeñar ningún estilo, atento siempre a las voces de su tiempo. He aquí la columna vertebral de un oficio que desarrollará durante la adolescencia.
Los padres de Serrat se conocen en Barcelona. La futura madre del cantautor llega a la ciudad caminando por la vía del tren y campos a través junto a una brigada que recoge a jóvenes y niños. Ángeles Teresa huye de Belchite, donde los nacionales, cuando estalla la Guerra Civil, han fusilado a sus padres y a buena parte de la familia en la tapia del cementerio. Sus cuerpos están mal enterrados en un bancal. Josep Serrat, nacido en la calle Nou de la Rambla, combate en el ejército republicano. Al final de la contienda pasa un tiempo detenido en el campo de concentración de Orduña, en el País Vasco. Cuando regresa a Barcelona, la historia termina en boda. La novia se casa de negro, como todas las mujeres en la posguerra. ●