La Vanguardia

Almas de las guerras de Israel

El cementerio militar del monte Herzl alberga las tumbas de los soldados caídos por la patria

- ROBERT MUR Jerusalén Enviado especial

El monte Herzl es el Arlington de Israel. A diferencia del cementerio militar de Washington, donde las tumbas est·n repartidas en un mar de césped, el recinto en el que son enterrados los soldados israelíes caídos por la patria está disteribui­do en parcelas repartidas por la colina. Demarcadas por piedras sobre suelos de pizarra o granito, muchas de las sepulturas están cubiertas de seto verde, donde hay clavadas banderitas israelíes.

Visitar este camposanto es hacer un recorrido por la historia de un país marcado por la guerra desde su controvert­ida fundación el 14 de mayo de 1948. El enfrentami­ento ·rabe-israelí de aquel año es para Israel su guerra de la Independen­cia, pero luego vinieron muchos otros conflictos bélicos y operacione­s militares. Cada parcela agrupa a los fallecidos en cada contienda: desde la guerra de Líbano (1982) –que Israel denomina operación Paz para Galilea–, hasta la del Sinaí o de Suez (1956), llamada aquí operación Kadesh. También hay fosas comunes, como una para los muertos en la batalla de Yenín (1948) o un espacio para los paracaidis­tas judíos que combatiero­n con los aliados durante la Segunda Guerra Mundial.

En la actual guerra de Gaza – que hasta ayer se había cobrado 18.787 vidas palestinas– ya han muerto 116 soldados israelíes durante los combates terrestres

Ya han muerto en Gaza 116 soldados y otros 329 uniformado­s fueron matados por Hamas el 7 de octubre

contra las Brigadas al Qasam y al Quds, especialme­nte crudos en núcleos urbanos como Jan Yunis y la ciudad de Gaza. Varios de los fallecidos eran reservista­s que fueron llamados a filas tras el ataque terrorista de Hamas del 7 de octubre; la organizaci­ón islamista también mató ese día a 329 uniformado­s.

No todos los militares muertos en Gaza están siendo enterrados en el monte Herzl; es un derecho reposar ahí para los soldados desapareci­dos en acto de servicio, pero la última palabra la tienen los familiares, y por eso muchos son inhumados en sus localidade­s de residencia.

En el cementerio no hay casi nadie, pero en una de las parcelas hay una chica sentada en un banco, llorando. Me acerco y me pide un pañuelo. Le pregunto si ha venido a visitar a algún familiar y dice que no. Se llama Noemí. “¿Estás bien? ¿Por qué lloras, entonces?”, digo. Y entonces me explica que esa parcela está compartida por soldados muertos en la guerra de Gaza del 2014 contra Hamas –71 israelíes y 2.310 palestinos fallecidos– y en inciden

tes en la frontera de Líbano a consecuenc­ia de los ataques de Hizbulah. “Me da mucha pena lo que pasa en mi país, estos soldados murieron en el norte y en el sur, en Líbano y Gaza, como está pasando ahora”, alega. “Es un sentimient­o difícil de explicar si no eres israelí”, añade.

Muy compungida, Noemí me cuenta que es reservista y esa noche tiene que incorporar­se a su base, en un destino que no implica riesgo. Le pregunto qué piensa del hecho de que esté muriendo tanta gente inocente en Gaza por las bombas israelíes. Muy educadamen­te, me recuerda lo que hizo Hamas el 7 de octubre, aunque agrega que no le gusta que nadie muera. “Pero…”. Esos puntos suspensivo­s significan lo que unánimemen­te piensan los israelíes. Bombardear Gaza es la única manera de acabar con Hamas.

El monte Herzl está gestionado por la Organizaci­ón Sionista Mundial (OSM) y desde el cementerio, por un camino sobre la colina, se puede acceder al Yad Vashem, el museo del Holocausto. En la entrada a la necrópolis hay también un museo dedicado a Theodor Herzl (1860-1904), creador del sionismo moderno, fundador de la OSM y considerad­o el padre del Estado de Israel. Su tumba pre

La principal tumba de la necrópolis, una estrella de David, es la de Theodor Herzl, fundador del sionismo

side el lugar. Ubicada en una gran explanada a la entrada del recinto y colocada en el centro de un gran círculo con la estrella de David, la sepultura de Herzl concentra cada 14 de mayo los actos oficiales por el día de la Independen­cia.

Muy cerca est· el espacio donde reposan los mandatario­s israelíes: presidente­s, primeros ministros o líderes de la Kneset. Y sus esposas. Todas las sepulturas son iguales –paralelepí­pedos lisos, negros y sobrios– excepto una, donde se encuentran Yitzhak Rabin y su mujer, Leah. Es m·s bien un monumento, también sobrio, mitad blanco y mitad negro, donde descansa el primer ministro asesinado en 1995 por un extremista judío que odiaba a Rabin por firmar los acuerdos de Oslo con el líder palestino Yasir Arafat. El otro artífice de aquel pacto de paz frustrado, Shimon Peres, reposa justo al lado.

Al igual que en las sepulturas de los soldados, apenas hay alguna piedra sobre las tumbas de los líderes israelíes. Piedras que tradiciona­lmente ponen los judíos sobre el sepulcro para dificultar que el alma del difunto salga de la tumba donde, según el Talmud, sigue habitando durante un tiempo después de la muerte.●

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