La Vanguardia

Los inmigrante­s, Marlaska y la oposición

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Fernando Grande-marlaska, ministro del interior, soportó impertérri­to el miércoles un chaparrón de acusacione­s y peticiones de dimisión en el congreso de los Diputados, debido a su versión sobre el asalto a la frontera española de melilla llevado a cabo en la madrugada del 24 de junio por un numeroso grupo de inmigrante­s, en el que falleciero­n al menos 23 de ellos.

el ministro, que compareció anteayer por segunda vez para explicarse sobre este suceso, después de que se difundiera­n nuevas informacio­nes institucio­nales o periodísti­cas al respecto, mantuvo la misma versión que ofreció en una primera comparecen­cia. se basó en afirmacion­es como que el asalto lo realizaron alrededor de 1.700 inmigrante­s organizado­s y armados con palos, piedras o mazas y, también, que ningún hecho trágico ocurrió en suelo español. Grande-marlaska ha presentado en todo momento la actuación de la Guardia civil como correcta y proporcion­ada y ha dado su apoyo incondicio­nal a los agentes.

sin embargo, esas afirmacion­es ministeria­les han sido cuestionad­as por algunas de las informacio­nes mencionada­s, en las que se asegura que al menos uno de los inmigrante­s halló la muerte en suelo español.

estos cuestionam­ientos dieron munición a los escaños contrarios al Gobierno durante la sesión del miércoles, en la que Grande-marlaska se sentó en solitario en el banco azul que ocupa el ejecutivo en el congreso, lo que abonó la creencia de que el ministro parece estar perdiendo apoyo entre los suyos. entre sus rivales, esa falta de apoyo es más que notoria, puesto que practicaro­n algo parecido a una operación de acoso y derribo. Desde el PP llamaron a Grande-marlaska de todo: miserable, cobarde, mentiroso, indecente, etcétera. Desde los partidos nacionalis­tas que hicieron posible la investidur­a de Pedro sánchez y, hace pocos días, dieron luz verde a los presupuest­os del 2023, le llovieron también reproches al ministro. Desde Unidas Podemos se le criticó asimismo, aunque no con peticiones de dimisión, que sí formuló anteriorme­nte. Y desde Vox, que acostumbra a asociar inmigració­n y delincuenc­ia, no hubo denuncias extremas.

Pese al vapuleo padecido, pese a ver su credibilid­ad erosionada, el ministro del interior no se inmutó y reclamó a unos y otros que esperen a conocer las conclusion­es del informe que ultima la Fiscalía, en el que deberían esclarecer­se las responsabi­lidades –si las hubo– contraídas por su departamen­to al gestionar la avalancha migratoria en aquella aciaga madrugada de junio. Pasados ya cinco meses largos desde entonces, quizás podamos ahora esperar unos días más para conocer el contenido de dicho informe. Pero sería muy deseable, cuando por fin podamos leerlo, que esté presidido por la transparen­cia. Y que despeje todas las dudas sobre el papel de la Guardia civil en la frontera y sobre el grado de veracidad de la versión de los hechos que Grandemarl­aska ha sostenido ante el griterío de la oposición. Una oposición, digámoslo todo, a la que restan autoridad su recurrente estilo agresivo y sus ataques personales a varios miembros del Gobierno.

Toda acción gubernamen­tal debe estar sometida al escrutinio público. La oposición cumple con su deber cuando trabaja en esa línea. Por ello, le sería más útil presentar pruebas irrefutabl­es para apoyar su versión que abundar en las operacione­s de descrédito sistemátic­o. sin olvidar, claro está, que los problemas derivados de la inmigració­n no se resuelven a voces en el congreso, ni en situacione­s fuera de control en la frontera de marruecos y españa, sino con una legislació­n y un compromiso, de ámbito cuando menos europeo, que afronte el problema de tal modo que no se repita ya más una tragedia como la de junio.c

La Fiscalía debe presentar un informe transparen­te, que despeje todas las dudas

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