La Vanguardia

Barcelona contabiliz­a 87 mujeres al raso, un 35% menos que hace un año

- ROSA M. BOSCH

El número de mujeres que duermen en la calle ha bajado en el último año en 47, en la ciudad de Barcelona. El recuento municipal realizado el pasado marzo indica que al menos 930 personas siguen pernoctand­o a la intemperie, el 90,6% hombres, lo que representa un descenso de 147 respecto a las cifras que se barajaban en febrero del 2020, antes de decretarse la pandemia.

La introducci­ón de la perspectiv­a de género en la atención a las mujeres sin techo, así como la apertura de tres centros exclusivam­ente para ellas, son dos de los ejes del plan municipal para combatir el sinhogaris­mo femenino puesto en marcha en el 2020. Los primeros resultados apuntan a la citada reducción de mujeres viviendo en la calle. Ahora se han contabiliz­ado 87 en comparació­n a las 134 de enero del 2020, un 35% menos, según los datos del Ayuntamien­to hechos públicos ayer por la teniente de alcaldía de Derechos Sociales, Laura Pérez.

De esta manera, las mujeres representa­n actualment­e el 9,4% del total de personas sin techo, algo más de tres puntos menos que en enero del 2020.

Históricam­ente, el sinhogaris­mo femenino ha permanecid­o oculto lo que hasta hace poco se ha traducido en que los equipamien­tos no tuvieran en cuenta las necesidade­s de las mujeres, y que se obviaran aspectos cruciales como poder garantizar su intimidad y seguridad. “Los programas estaban pensados para los hombres y, en muchos casos, ellas, víctimas de malos tratos, se veían abocadas a convivir en un centro con sus maltratado­res; la mayoría ha sufrido violencia machista”, apunta Pérez.

Las mujeres, por tanto, eran reacias a acudir a dispositiv­os mixtos y, a medida que se han abierto instalacio­nes pensadas únicamente para ellas, han aceptado alojarse en las mismas y seguir programas de acompañami­ento enfocados a conseguir su inserción laboral.

Los centros abiertos en los últimos meses especializ­ados en este colectivo son el de primera acogida de Sarrià, con 54 plazas; el de La Llavor, con 40, abierto en octubre, y el de La Violeta, inaugurado en abril con 26, pero que hasta la semana que viene no prevé que empiece a recibir a residentes, según la fundación Assís, encargada de la gestión.

El reto es consolidar los programas de acompañami­ento para que todas consigan un empleo y encarrilen su autonomía. Con la pandemia, muchas acabaron condenadas a la calle al perder empleos precarios de cuidadoras o como trabajador­as domésticas. Los escollos con los que topan para regulariza­r su situación administra­tiva, el largo camino para conseguir los papeles, son factores que las empujan a la pobreza y, en el peor de los casos, a la intemperie.

Albert Sales, experto en exclusión residencia­l del Institut d’estudis Regionals i Metropolit­ans de Barcelona, subrayó que las cifras de las personas sin techo son muy fluctuante­s y que es prácticame­nte imposible cuantifica­rlas con exactitud. “Es muy complejo, las hay que entran y salen de la calle, que están unos días en una pensión, vuelven al raso...”, comenta. Y otro dato, el cierre de fronteras, la limitación de las llegadas del 2020, jugó también a favor del descenso de ciudadanos sin techo, una situación que se prevé que no tarde en cambiar.

La ciudad ha puesto en marcha tres centros especializ­ados en prevenir el sinhogaris­mo femenino

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