Devorados por la actualidad
El Barça gana Copas del Rey pero apenas las disfruta. Unas veces por su propio engreimiento, cuando las toma por un torneo accesorio, y otras por culpa de la actualidad, convertida hoy en un animal que actúa con la misma delicadeza y apetito insaciable que un asqueroso Demonio de Tasmania, lo cierto es que cuando uno se quiere dar cuenta la Copa de hace seis días, la mar de bonita y purificadora, se ha convertido en un recuerdo lejano, ya enterrado.
La Superliga lo ha engullido todo. Y lo gracioso es que quizás en otros seis días hablemos de ella como de la Copa. Poco o nada. Ya nos facilitará la actualidad alimento para alienarnos con un nuevo material. Y eso que la Superliga era mandanga de la buena. Al menos en apariencia. Pero menuda chapuza ha resultado ser sin el envoltorio. Cuatro protestas y los clubs ricos desertando y fingiendo ser colegas de sus aficionados de pub o del bar de la esquina, esos que en realidad querrían arrinconados revistiéndolo todo con palcos vip. Florentino Pérez, manchando su historial pese al encomiable trabajo del ejército de pelotas que le enjabonan haga lo que haga, y Laporta, haciendo un seguidismo que no le pega nada y que de haberlo hecho Bartomeu habría sido aniquilado en los aledaños del Camp Nou.
El partido de anoche entre el Barça y el Getafe también será devorado pronto. Incluso en horas. Esos partidos solo quedan si se pierden o empatan. Posiblemente Ronald Koeman será quien más lo retenga en la memoria. Los entrenadores suelen ser los personajes más centrados en todo este circo. Están acostumbrados a que vuelen cuchillos (y Superligas) a su alrededor, y ellos, a lo suyo, que es dedicarse a que su equipo funcione. Anoche el suyo no lo hizo siempre. Se comportó en un instante frívolamente porque creyó ganar el partido antes de tiempo, y a punto estuvo el rival de darle un susto que a estas alturas es un trozo de Liga. Koeman quiere ganar la Liga. La Superliga le distrae.