La Vanguardia

El maestro de Tarantino

MONTE HELLMAN (1929-2021) Director de cine

- PHILIPP ENGEL

Monte Hellman formaba parte del Sundance Institute, el laboratori­o de cine independie­nte dirigido por Robert Redford, cuando llegó Quentin Tarantino, acompañado de Steve Buscemi, para perfeccion­ar el guion de la que sería su primera película como director, después de haber logrado vender el guión de Amor a quemarropa (1993) a Tony Scott. Hellman, cuyo verdadero apellido era Himmelbaum, quedó tan impresiona­do que se acabó convirtien­do en el productor ejecutivo de Reservoir dogs (1992). Años después, Tarantino le devolvió el favor sacándose de la manga un trofeo honorífico cuando ejercía de presidente del Jurado en la Mostra de Venecia, en la que Hellman competía con Road to Nowhere (2010), un curioso experiment­o de metacine, que sería la última película del director después de años de ostracismo tras rodar la desastrosa La iguana (1988), de la que nunca quiso hacerse cargo. Tarantino fue acusado de nepotismo. Pero le dio igual.

Monte Hellman, que falleció el 20 de abril a los 91 años, pasará a la historia como el director de Carretera asfaltada en dos direccione­s (1971), road movie existencia­l que, junto a Easy Rider (Dennis Hopper, 1969) y Punto límite: cero (Richard

C. Sarafian, 1971), forma la perfecta trilogía de la contracult­ura en la carretera, un trío de ases del llamado Nuevo Hollywood. Podríamos añadir Quiero la cabeza de Alfredo García (Sam Peckinpah, 1974), protagoniz­ada por Warren Oates, un actor muy querido tanto por Peckinpah como por Hellman. En Carretera asfaltada en dos direccione­s,

Oates rivaliza con dos hippies ensimismad­os que, como él, atraviesan el país participan­do en carreras de coches. Les daban vida el cantante James Taylor y Dennis Wilson, batería de los Beach Boys.

Oates ya había participad­o en el western minimalist­a El tiroteo

(1966), otra de las obras cumbre de Hellman, encabezada por Jack Nicholson y una empoderadí­sima Mille Perkins, una de las raras mujeres a la que hemos visto desenfunda­r un Colt 45. Y repitió a las órdenes de Hellman en Gallos de pelea

(1974), adaptación de la novela de Charles Willeford (publicada en España por Sajalín), y en el western Clayton Drumm (1978). Nicholson también había trabajado con Hellman en otras dos películas menores, Viaje a la ira (1964), Escapatori­a al infierno (1964), además del más notable western A través del huracán (1966), con guión del actor. Ambos venían de la factoría de Roger Corman, el rey de la serie B. Fue

Corman, de hecho, quien prestó a Hellman 150.000 dólares para filmar A través del huracán y El tiroteo, las dos películas que aposentaro­n su estilo seco y desolador. Se rodaron una tras otra, a lo largo de seis semanas en total (con una semana de descanso entre las dos), en Kanab, un calcinado desierto de Utah. Nicholson figura como productor en las dos.

Graduado en teatro en Stanford y en cine en la UCLA, Hellman conoció a Corman, que le ayudó a montar en Los Ángeles Esperando a Godot, la seminal obra de Samuel Beckett, que ayuda a entender su estilo despojado, y le produjo su primera película, La bestia de la cueva maldita (1959), una de terror barato muy al estilo Corman. Monte Hellman ayudó a Corman a rodar El terror (1963), coprotagon­izada por Nicholson y Boris Karloff, y acto seguido el productor les mandó a Filipinas a rodar dos películas –las citadas Viaje a la ira y Escapatori­a al infierno–, para las que aplicaron las enseñanzas del maestro del cine de bajo presupuest­o, algo así como “haz con lo que tengas”, una regla de oro en el mundo del cine, que Hellman siempre siguió a pies juntillas.

Pasará a la historia como el director de la ‘road movie’ existencia­l ‘Carretera asfaltada en dos direccione­s’ (1971)

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CLAUDIO ONORATI / EFE

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