Unas ‘voltes’ que cobijaban los Encants
El ambiente popular y ciudadano que singularizaba aquel mercadillo, pronto conocido como Encants, echó raíces sólidas a medida que se sucedían las generaciones. Era una imagen de aroma medieval que sobrevivió a los vaivenes de los usos y costumbres.
La esencia estaba en una actividad constante y celebrada en plena calle. Ni siquiera el cambio de localización afectará su actividad. Las primeras noticias lo sitúan en la plaza Sant Jaume. Pese a su cercanía con un Call que acabó asaltado e incendiado, lo cierto fue que no se vio gravemente perjudicado. No ocurrió lo mismo al estallar una epidemia de peste cuatro años más tarde, amenaza que entonces aconsejó situar aquella actividad en una zona menos céntrica y más ventilada merced a la cercanía del mar, cabe la Llotja.
Al principio los vendedores se declararon molestos al ver la nueva zona como un descampado, lo que estimulaba el temor de que la gente no se sintiera atraída por aquel ambiente nada amable.
Con el paso del tiempo se consolidó de una forma natural buscar la protección de los soportales que tenían a mano. Y así fue como aquella estructura por su dimensión tan acogedora se convirtió en una mejora e incluso en una defensa frente a inclemencias varias, léase lluvia y frío pero también lo contrario: sol y calor. Así pues, con lentitud aunque con pertinacia, los maestrosdehachayloscarpinteros que habían dominado el lugar acabaron desplazados a otros espacios más oportunos para las nuevas empresas navales.
La calle Consolat, singularizada por una buena hilera de soportales, es un nombre relativamente reciente, pues se comprende que con anterioridad tuviera el de Volta dels Encants o tan sólo Encants.
El ambiente varió con el discurrir del tiempo, pero de hecho aparecía dominado por lo que cada vez más aportaban los traperos y los chamarileros.
Un hecho circunstancial y breve acabó con casi todo aquello. El Ayuntamiento, al calor de la Exposició Universal de 1888, creyó que semejante actividad tan poco elegante no era recomendable mantenerla allí y así acabó en buena parte desplazada al entorno del recién inaugurado, en 1882, mercado de Sant Antoni.
Si aquel certamen, pese a su temporalidad breve, desplazó tan popular y antiguo mercadillo, otro acontecimiento propició la eliminación de buena parte de aquella simpática y pintoresca estructura medieval. El martillazo a la fachada del edificio de la calle Ample, 71, asestado en 1908 por Alfonso XIII había solemnizado el principio de las obras urbanísticas conocidas entonces como la Reforma y que dieron paso al nacimiento de la Via Laietana.
En la calle Consolat permanecen aún visibles unos arcos.
Aquel pintoresco y antiguo mercadillo fue trasladado a causa de la Exposició Universal de 1888