La Vanguardia

Mbappé firma otra humillació­n en Europa (1-4)

Tres goles del francés devuelven al Barça las sensacione­s de las que quería huir

- Joan Josep Pallàs Barcelona

La segunda prueba de grandeza tampoco la superó el Barça. El injusto 2-0 contra el Sevilla de Copa empeoró cruelmente con un 1-4 inapelable frente al PSG en la Champions. El subcampeón de Europa estuvo a la altura ante un rival voluntario­so pero muy a medio hacer, mezcla de jugadores que están de vuelta con otros demasiado verdes para sobrevivir entre la clase alta del continente. El ganador de la contienda fue Mbappé sin discusión. Pasó el francés por el partido como una apisonador­a, con cierta insensibil­idad generacion­al por cuanto delante tuvo a un Messi tan impotente como el equipo al que aún sigue pertenecie­ndo.

De voracidad caníbal, Mbappé proclamó su reinado en un gran escenario, como lo hizo antes con su selección en el Mundial de Rusia. Asistir a la (de)función del Barça y recordar lo que sucedió hace poco menos de cuatro años (6-1, la remontada) en ese mismo estadio, abarrotado, ante el mismo rival, provocaba una nostalgia desgarrado­ra. El equipo de Koeman, que lucha denodadame­nte por reengancha­r a su afición, corre el riesgo de quedarse sin objetivos en marzo. Está obligado a completar remontadas improbable­s (por no decir imposibles) en la Copa y en la Champions, y vive lejos del Atlético en la Liga. Difícil panorama.

El equipo blaugrana ha perdido poder de intimidaci­ón debido a sus desastres europeos y al definitivo aquelarre de Lisboa. Sin afición que alentara, los parisinos salieron sin miedo. Recibieron mucha carga táctica los jugadores de Pochettino pero se les vio de lejos la consigna principal: explotar la banda izquierda de la que partía el bólido Mbappé, que contó con la delicadeza de Verratti y la velocidad de Kurzawa como aliados.también con la pereza de Dembélé en tareas defensivas. Piqué, que reapareció como titular tras meses de baja para evitar lo inevitable, y Dest necesitaba­n su ayuda y no la recibieron.

El primer aviso del PSG llegó prontísimo debido a un mal rechace de Ter Stegen, extrañamen­te torpe anoche con los pies. Mal presagio.

Después de minutos de tanteo, el Barça logró dar señales de peligro, un deber ineludible para que el PSG no siguiera creciendo. Pedri, un artista en el pase corto en la zona de tres cuartos, filtró a Griezmann un balón que el francés cruzó, encontránd­ose

INAPELABLE

Messi inauguró el marcador de penalti pero la respuesta del PSG fue furibunda

LA CONSIGNA

Mbappé fue un puñal por la izquierda que Dest y el reaparecid­o Piqué sufrieron sin las ayudas de Dembélé

SIN EXCUSAS

El equipo de Koeman está verde y el rival francés se cebó con un cuarto gol que plasmó lo que sucedía

con la inspiració­n de Navas. El canario enmendaría después una pérdida impropia de él salvando un gol bajo palos.

Apareció entonces Messi, que

echaba de menos el balón y se fue a buscarlo como lo hace Tom Brady, en zonas retrasadas y esperando movimiento­s de posibles receptores. Lo interpretó bien De Jong, anoche empequeñec­ido en consonanci­a con sus compañeros, que empezó a correr esperando el pase largo del argentino. Messi cumplió y el holandés fue a buscar la pelota dentro del área sin demasiadas opciones de éxito pero fue trabado involuntar­iamente por Kurzawa. El capitán estuvo rabioso en la ejecución del penalti y en la celebració­n.

Se produjo entonces una jugada que pudo cambiar el partido. Dembélé tuvo el 2-0 pero le faltó a su disparo la energía que le había sobrado a Messi. El PSG no perdonó el indulto y, a partir de ahí, desplegó todos sus recursos, que a ratos parecieron infinitos.

La reacción fue furibunda. Mbappé lo intentó con un remate de tacón de espaldas a meta, preámbulo de un gol que nació de una combinació­n entre el campeón del mundo y Verratti (qué pase el suyo) de ejecución meteórica. Mbappé se movió en el área con agilidad anfibia y definió como el superclase que es. El empate no conformó a l PSG, que desplegó todo su arsenal con una contundenc­ia que daba envidia. Fue una operación de acoso y derribo. Kurzawa y Kean forzaron sendas intervenci­ones de Ter Stegen, Icardi lo intentó de cabeza a la salida de un córner y el panorama que llegó tras el descanso desveló que éste no había servido para relajar a los campeones franceses. Una aventura individual de Griezmann fue la única respuesta local.

Fueron cayendo los ataques y los goles del PSG con esa virulencia que posee al boxeador cuando empuja a su adversario hacia las cuerdas. El segundo llegó tras una internada de Florenzi por la derecha, que dispuso de un latifundio para centrar. Los rebotes favorecier­on a Mbappé, a quien si no. El tercero lo firmó Kean de cabeza al no encontrar oposición rematando una falta lateral y el cuarto (su tercero) lo clavó Mbappé al contragolp­e.

Había introducid­o Koeman a Pjanic, Trincão, Riqui Puig (finalmente a Braithwait­e) buscando frenar la hemorragia pero el PSG no sintió ni cosquillas. Si Griezmann rozó el gol fue de casualidad. Así de cruda fue la derrota de un club vencido que un día reinó en Europa.

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ALBERT GEA / REUTERS El triunfador. Mbappé fue un peligro constante y fue la estrella sin discusión del encuentro

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