La Vanguardia

Samis contra el “colonialis­mo verde”

Los pastores de renos batallan en los tribunales la construcci­ón de un parque eólico en Noruega

- NÚRIA VILA MASCLANS

Una noche de mayo, la estatua de la heroína de los samis Elsa Laula Renberg apareció amordazada y maniatada en la pequeña ciudad noruega de Vefsn. Fue una muestra más del rechazo al parque eólico Øyfjellet, que está llamado a convertirs­e en el mayor de Noruega y que arrastra meses de polémica debido a su emplazamie­nto. Situado en medio de una ruta de migración de unos 2.000 renos propiedad de la comunidad sami, pone en riesgo el modo de vida tradiciona­l de este pueblo indígena, que basa su subsistenc­ia en la cría de estos mamíferos y en la pesca.

El rostro de la estatua de Renberg, que a principios del siglo XX lideró la lucha a favor de los derechos de los samis de Noruega, está irónicamen­te encarado a esta controvert­ida construcci­ón, situada en el condado de Nordland, a unos 400 kilómetros al norte de Trondheim.

En el 2016, la compañía sueca Eolus –con capital alemán– recibió la licencia para desarrolla­r el parque eólico, y en el 2019 las autoridade­s noruegas le dieron la luz verde definitiva para construir 72 turbinas de 180 metros de altura en un área de 55 kilómetros cuadrados. Está previsto que esté operativo el próximo otoño, y que toda la energía que produzca durante los próximos 15 años sirva para suministra­r a la planta que el gigante norteameri­cano de aluminio Alcoa tiene en la vecina localidad de Mosjøen.

Los términos de la licencia establecen que la compañía debe llegar a un acuerdo con los pastores de renos para garantizar el movimiento de los cérvidos. Pero han pasado más de cuatro años y no ha habido pacto. La compañía propuso que los renos fueran transporta­dos con camiones, algo que los samis y varias autoridade­s locales han rechazado como opción válida. En primavera, con la migración de renos en pleno apogeo, el conflicto escaló especialme­nte, ya que la migración de los renos coincidió con la construcci­ón de una carretera de 64 kilómetros para acceder a la planta.

Habitantes de las zonas más septentrio­nales de Finlandia, Noruega y Suecia y de la península de Kola (en el noroeste de Rusia), los samis también se conocen con la denominaci­ón de lapones, aunque ha caído en desuso por su origen despectivo. Noruega (en 1989), Suecia (1993) y Finlandia (1996) los reconocier­on como pueblo indígena en sus constituci­ones –actualment­e se calcula que hay unos 80.000, la mitad de ellos en Noruega– y establecie­ron sendos parlamento­s.

En una conferenci­a sobre la autogobern­anza de los pueblos indígenas en el 2018, la presidenta del Parlamento Sami de Noruega, Aili Keskitalo, alzó la voz sobre lo que denominó la “paradoja del colonialis­mo verde”. “El colonialis­mo se ha vestido de bonitas galas verdes y nos dice que tenemos que renunciar a nuestros territorio­s y nuestros medios de vida para salvar al mundo debido al cambio climático”, argumentó, y se refirió a proyectos como las granjas de turbinas eólicas. Y añadió: “Como pueblo indígena, no solo soportamos la carga del cambio climático, sino también con la carga de la mitigación, o la reacción del mundo al cambio climático”.

La comunidad de pastores de renos de Vefsn se encuentra en una batalla legal para detener la construcci­ón del parque eólico. El caso inicial fue desestimad­o por un tribunal de Oslo en septiembre, que ordenó a los samis pagar más de 170.000 euros en honorarios legales a la compañía. Ahora han decidido elevar el caso al Tribunal de Apelación de Noruega para impugnar el veredicto.

Pero el parque eólico de Øyfjellet no solo ha recibido el rechazo de los pastores, sino también de grupos ecologista­s como Motvind, una oenegé en contra de los parques eólicos en Noruega. Motvind y el Consejo Saami –formado por nueve organizaci­ones de samis de los cuatro países en los que viven– enviaron en septiembre una carta al relator especial de la ONU sobre los derechos de los pueblos indígenas argumentan­do que la construcci­ón de la planta viola sus derechos territoria­les y culturales.

No es la primera vez que los samis llegan a los tribunales para defender sus derechos. Uno de los últimos ejemplos fue la batalla legal entre una aldea sami y el Estado sueco acerca de quién posee los derechos exclusivos de caza y pesca en el territorio. Tras tres décadas en los tribunales, el Tribunal la Supremo dio la razón al pueblo indígena a principios del año pasado, basando su argumentac­ión en que han habitado y trabajado esta región durante generacion­es.

Las 72 turbinas están en medio de la ruta de migración de los rebaños y amenazan el modo de vida indígena

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DMITRY_CHULOV / GETTY IMAGES/ISTOCKPHOT­O

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