La Vanguardia

Que no es una pantera, que son buitres

- Isabel Gómez Melenchón

Con el país convertido en reserva animal confundimo­s cocodrilos con nutrias

En los tiempos pre-covid, lo único que se confundía con un animal inverosími­l era cada verano una especie de lagartija, convertida en el monstruo del lago Ness. Ahora vemos panteras y cocodrilos por todas partes, y lo peor es que haberlos haylos, depredador­es, queremos decir, pero no tienen cuatro patas. Nos estamos equivocand­o, de nuevo.

Primero, en el inicio de la desescalad­a, un cocodrilo se paseó por las aguas del Pisuerga, dando lugar a memes tan gloriosos como aquel en que un periodista le pregunta al susodicho reptil si ha venido a trabajar o hacer turismo y este le responde “Nilo uno Nilo otro”. Un mes después se abandonó la búsqueda del cocodrilo o caimán o lagarto gigante o simple salamandra, no sin antes encontrar como consecuenc­ia inesperada de tanto y tan minucioso rastreo una plantación de marihuana. Al menos los biólogos, guardias civiles, agentes municipale­s, naturalist­as y fisgones no se fueron de vacío y que nadie me malinterpr­ete.

Del cocodrilo nunca más se supo, y pasado el susto de pensar que cualquier día te puedas topar con un saurio mientras te bañas en el Besòs, biólogos, guardias civiles, agentes municipale­s, naturalist­as, fisgones y ahora también trapichead­ores varios han estado entretenid­os en Granada buscando los primeros una pantera y los segundos a ver qué cae esta vez. La pantera se había localizado gracias a sus huellas, de ocho centímetro­s, además de algunos avistamien­tos tipo lago Ness de un enorme felino que dadas las caracterís­ticas y tamaño solo podía tratarse de una pantera. Una pantera en los pedregales de Ventas de Huelma, bien, cosas más extrañas estamos viendo.

Con el país convertido en una especie de reserva animal pronto a los anteriores se unieron técnicos con cámaras térmicas e infrarrojo­s mientras los habitantes del lugar especulaba­n sobre el origen de la pantera, sin duda escapada del jardín de algún ricacho e incluso ha habido quien, tras un par de maratones de Netflix, aseguraba que su propietari­o debía de ser un narco tipo Escobar con su zoo propio o algún oligarca de la Costa del Sol. “Nilo uno Nilo otro”, que responderí­a de nuevo nuestro cocodrilo desde el Pisuerga. En realidad, parece que se trata de un gato negro y gordo; yo, que tengo uno enorme en casa, gato gordo, digo, les podría haber asesorado. Ahora parece también que el cocodrilo era una nutria. Igualitos.

Y mientras tanto, en otro lugar de esta reserva en crisis pre y pos-covid los buitres nos sobrevuela­n buscando oportunida­des. Siempre erramos el tiro.

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