Francia gestiona la Covid-19 con dudas y contradicciones
Las mascarillas y el aforo en festivales crean desconcierto
Las autoridades francesas y sus asesores científicos están gestionando la pandemia de la Covid-19 con numerosas dudas y contradicciones que desconciertan a la población. En las últimas horas se han lanzado mensajes aparentemente contrapuestos sobre la gravedad real de la situación.
La obligatoriedad de las mascarillas en espacios abiertos gana terreno y los epidemiólogos alertan de una probable segunda ola masiva de contagios. El Ministerio de Cultura, por el contrario, anunció anteayer que, a partir del día 15 de este mes, se autorizaran los festivales, espectáculos y ferias con más de 5.000 personas –si se cumplen ciertas condiciones– y que el 1 de septiembre se permitirán estas aglomeraciones sin permiso expreso de los prefectos.
Las incongruencias y los errores se han producido en muchos países porque la enfermedad era desconocida y los políticos debían calibrar las ventajas e inconvenientes de las medidas. Pero en Francia ha habido episodios flagrantes que han exasperado a la gente y han propiciado decenas de querellas judiciales contra miembros del Gobierno y contra el propio expremier Édouard Philippe.
Durante los días clave en que la pandemia explotaba y el número de muertos aumentaba vertiginosamente, los máximos responsables sanitarios insistían, una y otra vez, en que llevar mascarilla, para el público general, era innecesario e incluso contraproducente porque no se usan bien. Era obvio que había déficit de cubrebocas y el stock disponible se guardaba para los sanitarios. Ahora la idea dominante es que las mascarillas son beneficiosas, incluso en espacios abiertos, y cada vez son más las ciudades que obligan a utilizarlas. Pronto lo hará París. Sin embargo, casi siempre se ordena llevarlas de modo selectivo, solo en áreas peatonales céntricas, mercados, zonas con mucha afluencia, lo cual desincentiva a la ciudadanía de utilizarla como norma.
Entre los expertos continúa habiendo división de opiniones. Ayer el diario Le Parisien puso frente a frente a dos expertos en enfermedades infecciosas. Dominique Costagliola, epidemiólogo de la Academia de las Ciencias, que aboga por lleva la mascarilla en la calle, y Benjamin Davido, del hospital Raymond Poincaré, en Garches –suburbio de París–, el cual considera que puede haber un “efecto hartazgo” y consecuencias no deseadas.
Hay médicos que ven un grave error obligar a llevar sistemáticamente la mascarilla en la calle, con altas temperaturas, en especial a las personas ancianas. A su juicio, puede crear situaciones de ahogo peligrosas. También hay quien teme que los jóvenes, hartos de tantas normas, dejarán de reunirse en la calle y lo harán en casas particulares, sin mascarilla, lo cual es mucho más arriesgado.
Francia vivió un debate nacional, entre médico y político, sobre el uso de la hidroxicloroquina porque había un médico marsellés que la defendía con mucho ahínco. El propio presidente Macron lo visitó en su instituto y le dio credibilidad. Luego se vio que el tratamiento no funcionaba.
Una de las últimas controversias la desató el profesor Eric Caumes, del hospital parisino Pitiésalpêtrière, que en una entrevista admitió que sería bueno dejar que la gente joven se contagie, para aumentar la inmunidad general, pero a condición de que se mantengan alejados de los mayores y de las personas vulnerables.
Los médicos se dividen sobre el uso del cubrebocas en el exterior cuando hace fuerte calor