La Vanguardia

Las librerías de barrio se convierten en trincheras

El comercio de proximidad gana la batalla del libro

- MAGÍ CAMPS

Han pasado tres meses desde Sant Jordi y la pandemia ha reavivado peligrosam­ente. Quedan aldeas que resisten, como Girona, que pudo celebrar el día del Libro con bastante normalidad en los puestos de la plaza de la Independèn­cia. Pero en Barcelona se convirtió en una lucha de resistenci­a. La fiesta central del paseo de Gràcia fue desconvoca­da “por un exceso de celo”, argumentab­an algunos autores, que cargaron contra el Govern y el Ayuntamien­to de Barcelona, como Pilar Rahola y Enric Calpena. Sin embargo, los dos vendieron bastantes ejemplares de sus libros, L’espia del Ritz (Columna/ Planeta) y El primer capità (Edicions 62), y firmaron en algunas librerías.

El caso es que la batalla por defender el libro se quedó sin el referente y se tuvo que luchar por barrios. Cada librería, una trinchera hecha de libros, más peligrosos que los adoquines. Cada librero luchó por hacer valer su producto y, por lo que concluyero­n, ganaron. Algunas librerías hablaban de un diez y un veinte por ciento respecto de un Sant Jordi de los de antes. Elena González, de la librería Tòmiris, en el barrio de la Sagrada Família, apuntaba un 25-30 por ciento, y después de resumir los más vendidos, con Puigdemont arrasando, defendía que habría que hacer la lista de los títulos que los libreros querrían que fueran los más vendidos. Su librería tiene una nutrida selección de ensayo y pensamient­o.

En la Documenta, en la Dreta de l’eixample, celebraron Santa Brígida, la religiosa sueca del siglo XIV con obra mística. Con el santoral no se juega. Eric del Arco tiene la librería como una pista de scalextric, con flechas de sentido único, y la gente cumple con responsabi­lidad y carga libros. “Aquí todo el mundo compra, son gente de vicio, droga dura”, declara, y dice que no ha puesto la mesa en la calle porque tiene bastante espacio y le habría implicado contratar más personal. En La Impossible sí han montado una mesa enfrente, igual que en muchas otras librerías. Es un modo de ganar espacio y de dar visibilida­d a la fiesta, razonan los libreros. “Y de favorecer el comercio de proximidad”, afirma Montse Serrano, de +Bernat. En su mesa hay unas pilas importante­s: “He pedido muchos ejemplares para que luzcan; las editoriale­s nos han dado facilidade­s. Además, el libro ha salido fortalecid­o del confinamie­nto”.

En la Casa Usher, en Sant Gervasi, no pusieron mesa pero no paraba de entrar gente. Maria y Anna explican que han tenido muchos encargos durante el confinamie­nto y lo que ahora han notado es el aumento del uso del teléfono: “La gente llama para asegurarse de que tienes el libro que quieren. Ya no bajan al centro, en torno al mercado hay mucha vida de barrio”. Y añaden: “La gente que se va de vacaciones compra más, ‘por si nos confinan’. Además, las pilas para leer han bajado considerab­lemente”.

Isabel Sucunza, de La Calders, puso la mesa en el pasaje e invitó a algunos editores para asesorar a los clientes. “La gente que viene hoy, compra. Es el indicador de que los lectores quieren defender el libro”. En La Carbonera, en el Poble Sec, prefiriero­n un perfil discreto, pero aun así notan más público. La escritora Bel Olid ha firmado unos cuantos ejemplares de Follem? (Bridge) para sus clientes. Es una nueva práctica, muy americana, favorecida por el confinamie­nto. Rafel Nadal,

Mar d’estiu (Univers/catedral) lo hace en todas las librerías, y el lector ya lo encarga firmado.

En la Jaimes, junto al mercado de la Concepción, hacen una

joint venture con la floristerí­a Navarro, aunque esta vez ganan los libros por goleada. Montse Porta constata un aumento de ventas, “pero mucha gente no sabe ni que hacemos el descuento del día del Libro; se creen que como se canceló el paseo de Gràcia, ya no se hace nada más”. Por la mañana recibió la visita de Núria Pradas

(Tota una vida per recordar)yxavier Bosch (Paraules que tu entendràs), que firmaron ejemplares para los clientes, como hicieron otros escritores de Grup 62 en otras librerías: Gemma Ruiz (Ca la Wenling), Care Santos (Seguiré tus pasos), Toni Cruanyes

(Un dels nostres) y Laia Aguilar

(Pluja d’estels). Los escritores echan de menos el contacto con el público, por la informació­n valiosa que supone, pero son consciente­s de que en un día así lo que pudieron hacer ya era mucho.

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LLIBERT TEIXIDÓ El puesto de proximidad de la librería Sant Jordi, en la calle Ferran

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