La Vanguardia

Sandro Rosell y el mal perder

- Joaquín Luna

La FIFA ha sido la última cuna del cinismo ilustrado, una escuela de élite sobre cómo ejercer el poder y desempatar las intrigas con formas de Versalles y dialéctica vaticana. Hasta que tuvieron la ocurrencia de romper un pacto con EE.UU. y otorgar a Qatar su Mundial del 2022.

“Son malos perdedores”, deslizó el último gran patrón de la FIFA, Joseph Blatter. Y tienen otra peculiarid­ad, reminiscen­cia del Far West, la era dorada que más ha imprimido su carácter: las listas de enemigos públicos. ¡Ay del que figure!

Sandro Rosell estaba en esa lista no escrita. Como Villar, Blatter o Platini. Y la vieja guardia del fútbol latinoamer­icano. Todos calcularon muy mal el desaire. Todos, uno por uno, han ido cayendo.

El libro Una forta abraçada de Rosell no es una respuesta, sino un interrogan­te a una injusticia que cada lector interpreta­rá a su manera. He aquí la mía. Los principale­s patrocinad­ores de la FIFA y el Mundial 2022 –la torna del adjudicado a Rusia en el 2018– eran grandes compañías de EE.UU. La elección correspond­ía al vaticanist­a comité ejecutivo de la FIFA, apenas 23 personajes. Ni un solo voto latinoamer­icano para EE.UU. y cuatro traiciones europeas decisivas e in extremis (España y Francia, orden de Sarkozy a cambio de tratos energético­s y militares con Qatar).

¿Ustedes imaginan a todo un expresiden­te Bill Clinton, desplazado a la elección en Zurich el 2010, soportando la sonrisa de quienes les habían traicionad­o y el jolgorio qatarí, extensión Murcia? Un Mundial en otoño a pesar del desbarajus­te para las ligas europeas...

No son malos perdedores. Son muy malos perdedores. La justicia de EE.UU. ha dirigido la caza al hombre, a los que consideran los forajidos. ¿España accedió? Claro. Al igual que Suiza, colaborado­ra incondicio­nal en el gesto decisivo: la detención de madrugada, año 2015, habitación por habitación, de siete gerifaltes de la FIFA en el Baur Au Lac de Zurich, pese a la fama de tierra de asilo helvética y los aires de inmortalid­ad que transmiten sus clientes.

Blatter, un cínico brillante, vio las orejas al lobo: dimitió ese mismo 2015 a pesar de que acababa de ser reelegido para un quinto mandato. Se salvó, eso sí, de la prisión.

EE.UU. aún pone firmes. Y si no que se lo pregunten a Assange, tan desconfiad­o de la justicia del Reino Unido o Suecia. Sabía que lo acabarían vendiendo a EE.UU.

Todos, todos los dirigentes que dieron el Mundial a Qatar y no a EE.UU. han caído

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