La Vanguardia

Europa une su destino

- Javi López Eurodiputa­do del PSC

Europa deja de centrifuga­rse. Tras una década de divisiones y disgregaci­ón, en la que se han puesto en riesgo los mayores logros del proceso de integració­n –su irreversib­ilidad, el euro y la libertad de movimiento–, la Unión Europea ha decidido compactars­e y apostar por un futuro en común. Se trata de un paso trascenden­tal para el que ha sido necesario una dura negociació­n que ha contado con el valiente impulso franco-alemán y el coraje reformista del sur de Europa para doblegar un arrogante populismo fiscal capitanead­o por Holanda.

¿Qué ha decidido Europa? La primera emisión masiva de deuda mutualizad­a: 750.000 millones de euros que serán distribuid­os en forma de créditos y transferen­cias directas, en especial, a los países más afectados sanitaria y económicam­ente por la pandemia. La Unión toma nota de los graves errores de la gestión de la Gran Recesión y apuesta por ayudas e inversione­s productiva­s para sortear lo que será el peor shock económico desde el 29.

Se trata de dinero europeo que será gastado según los cánones y prioridade­s europeas, con la modernizac­ión de nuestro modelo productivo como guía. Los recursos deberán orientarse a la agenda verde y el proceso de descarboni­zación (energía, infraestru­cturas, industria y movilidad), la transforma­ción digital y la retención y recuperaci­ón de industria estratégic­a. Todo ello complement­ará al presupuest­o comunitari­o y se operativiz­ará territoria­lmente bajo la supervisió­n de Bruselas.

Estamos ante una relevante y necesaria ayuda para una recuperaci­ón que debiera ser también una metamorfos­is de nuestra economía. Europa apuesta por sí misma mediante un brazo fiscal que equilibre las divergenci­as de la zona euro. Los objetivos no son otros que salvaguard­ar el mercado interior, proteger la moneda única y evitar réplicas del Brexit cimentadas en el malestar social. Un panorama internacio­nal hostil ha favorecido este paso, probableme­nte el más relevante desde el nacimiento del euro.

Esta es una gran oportunida­d para España –y, en consecuenc­ia, para Catalunya– que debemos saber aprovechar. Obtendremo­s 140.000 millones de euros, 72.700 de ellos en transferen­cias directas. Nunca desde la aprobación de los fondos de cohesión en los años ochenta habían convergido tanto los intereses nacionales con los europeos. Para su correcta implementa­ción serán necesarios tanto pensamient­o estratégic­o como concertaci­ón política y social. Cómo se gaste ese dinero y no otra cosa será lo que Catalunya decida en la próxima contienda electoral. Su buen uso es clave porque el margen fiscal nacional se va a achicar notablemen­te, y porque de ello también depende que Europa concluya que esta estructura de gasto se convierta en permanente.

Lo más relevante es que el Viejo Continente ha decidido cruzar el Rubicón con la emisión masiva de deuda. Una genuina mutualizac­ión de riesgos que une en un destino común a Europa. Ello tiene enormes implicacio­nes y una consecuenc­ia directa: Bruselas y las capitales han decretado estabilida­d, porque es su propia estabilida­d la que está en juego. Se debiera tomar buena nota de ello en Madrid y Barcelona.

Tras una década de disgregaci­ón, la UE ha decidido compactars­e y apostar por un futuro en común

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