La Vanguardia

Las claves del triángulo electoral

En las elecciones gallegas se juega la orientació­n del PP. En las vascas, el PNV y Bildu conforman los dos ejes sobre los que los dos socios del Gobierno quieren asentar acuerdos, junto con Cs y ERC. Falta Catalunya.

- Íñigo Urkullu Pedro Sánchez Inés Arrimadas mdgarcia@lavanguard­ia.es Lola García

En los últimos días, los alcaldes del PP gallego, en especial los de las zonas rurales, andan preocupado­s ante las elecciones. Sí, las encuestas parecen avalar a Alberto Núñez Feijóo, pero ellos vienen notando un cambio de comportami­ento entre sus vecinos que les tiene algo mosqueados… Resulta que de un tiempo a esta parte la gente, sobre todo los mayores, no salen de su casa ni para ir a dar el pésame cuando fallece alguien del pueblo. Y eso no es normal. Si no van a los funerales, mucho menos a votar... Los alcaldes del PP temen que la participac­ión baje y eso dañe las expectativ­as de su líder. En las elecciones del 2016 fueron a votar el 53% de los gallegos. Si ahora bajara del 50%, la mayoría absoluta de Feijóo estaría en peligro.

Si el presidente gallego tropieza, también lo hace Pablo Casado. Pero si logra una victoria clara, como indican los sondeos, se abrirá el melón del liderazgo en el PP. Feijóo ha sido muy explícito durante la campaña sobre sus diferencia­s respecto al tipo de oposición que ejerce su partido, incluyendo nítidas invectivas contra la portavoz parlamenta­ria, Cayetana Álvarez de Toledo. Feijóo se convertirí­a en una alternativ­a real a Casado y eso siempre implica la formación de una corriente interna de afines que presionarí­a al actual líder en la línea de una mayor moderación.

A ello habría que añadir el previsible fiasco de la apuesta de Casado en el País Vasco, con la candidatur­a de Carlos

Iturgaiz, una operación anclada en otros tiempos que demuestra que el PP no ha acompasado su estrategia a los cambios que ha vivido Euskadi con el fin del terrorismo. La sociedad vasca ha abrazado su nueva normalidad con rapidez y entusiasmo. Pocos desean echar la vista atrás. Si, como indican las encuestas, Iturgaiz fracasa, caerá también el mito de que la unidad hace la fuerza y el experiment­o de presentar una lista conjunta entre el PP y Ciudadanos quedará desprestig­iado, con su consiguien­te lectura de cara a Catalunya. Está claro que al PP le sigue doliendo la amputación por el lado de Vox más que ningún otro mal.

Estas van a ser también las elecciones de la normalizac­ión política de Bildu. Por más que la sombra del pasado sea alargada, el tiempo pasa y, si los resultados de la izquierda abertzale son favorables, se afianzará su apuesta por situar las reivindica­ciones sociales al mismo nivel, a veces por delante, de las nacionales. La candidata, Maddalen Iriarte, ejercerá desde el Parlamento el liderazgo alternativ­o al de un Arnaldo Otegi en el partido que irá quedando en un segundo plano. Bildu ahondará en el Congreso su estrategia de convertirs­e en formación útil para la gobernabil­idad, intentando llegar a acuerdos con el Gobierno. Y sin los ataques de ansiedad que muchas veces atenazan a ERC cuando ejerce esa función.

Una victoria cómoda del PNV que le permitiera alcanzar la mayoría absoluta con los socialista­s reportaría al nacionalis­mo vasco total tranquilid­ad a la hora de negociar con la Moncloa. Si ya en campaña ha admitido que no le importa que pacte con Ciudadanos los Presupuest­os del Estado mientras no se meta con el concierto vasco, pasadas las elecciones aún le quitará menos el sueño. Para el PNV, esa alianza es incluso convenient­e para moderar las reclamacio­nes económicas de Unidas Podemos. En esta próxima legislatur­a, el PNV se centrará en aprobar un estatuto posiblemen­te con los apoyos del PSE, es decir, con un respaldo muy amplio de la población. E incluso podría tener la aquiescenc­ia de Bildu en forma de abstención.

Estas elecciones son el preámbulo de las catalanas, cuya fecha aún está en el aire y que oscila entre septiembre y el invierno próximo. ERC quiere negociar los presupuest­os del Estado con el Gobierno, pero el ambiente preelector­al complica su posición. De todas formas, los republican­os tienen margen para jugar con el calendario e incluso pueden mantener las distancias hasta entrado diciembre, cuando se calcula que llegará la votación final de esas cuentas.

ERC mantiene contactos con Unidas Podemos. Ambos desean formar un eje que incluya a Bildu en la ecuación de apoyo a los presupuest­os. Mientras, el PSOE busca la negociació­n del Presupuest­o con el eje que forman el PNV y Ciudadanos. La triangulac­ión empieza con el resultado electoral de hoy, pero la partida acabará de verdad con la aprobación del presupuest­o.

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DAVID AGUILAR / EFE Urkullu paseando con su mujer, Lucía Arieta-araunabeña, ayer, en Vitoria
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