“La gente sola depende de la charla en la panadería”
Luisa Lima, psicóloga social
La catedrática de psicología social Luisa Lima (Ovar, Portugal, 1959), coordinadora del consejo científico del Iscte-instituto Universitario de Lisboa, reflexiona sobre el impacto de la pandemia de la Covid-19 en la salud mental de la población. Considera esta crisis puede agravar los problemas psicológicos de la población en general por la angustia, el estrés y la tristeza, y le preocupan especialmente algunos colectivos como la gente mayor sola que depende de charlas informales para su bienestar, cuando la calle ya no es un lugar amable. Hay otros colectivos que también podrían estar sufriendo por su situación económica o por abusos familiares. “Resulta difícil dar cuenta ahora del impacto que tendrán todos estos impactos”.
El encierro ha sido una situación inédita, de un día para otro, ¿cómo se ha afrontado?
Aquellos que tienen una buena integración social han encontrado formas de mantenerse en contacto gracias a la tecnología. Otros lo han tenido más difícil porque dependen de otro tipo de relaciones para no sentirse solos: el contacto con los vecinos, la charla en la panadería, en la iglesia. Sienten que así forman parte de un colectivo. Esto el encierro se lo llevó y ahora, salir a la calle, ya no es una experiencia de encuentro, sino de miedo y desconfianza, que refuerza la soledad.
Hemos visto a ancianos, especialmente mujeres, que han salido cada día a comprar.
Su rutina reafirma su autonomía. Se las arreglan para hacer las compras sin depender de los demás, ven al vecino y al tendero y les hace tener una autoimagen positiva. De este modo arriesgan, pero preservan el bienestar psicológico. Porque la alternativa es quedarse en casa, sin ver a nadie y sentirse incapaz e inseguro. Yo las entiendo, haría lo mismo.
La pandemia ha introducido mascarillas, distancias entre las personas... variables asépticas que afectan a la espontaneidad de las relaciones.
Son signos de peligro y de esperanza. Por un lado, contribuyen a recordar la amenaza invisible que nos rodea, y es por eso que aumenta nuestra percepción de riesgo y vulnerabilidad. Sin embargo, nuestra salud mental necesita que sintamos que de algún modo hemos logrado superar esta situación, o que no estamos tan mal como otros. Las comparaciones que hacemos con personas mayores o con menos salud, son ejemplos de esta construcción imaginaria de invulnerabilidad, que desarrollamos como una adaptación cognitiva a la amenaza. Pero, por otro lado, nuestra mayor arma contra el miedo es la percepción de control, y las mascarillas y distancias nos permiten reconstruir la idea de que controlamos la amenaza y así rehacer nuestra percepción de invulnerabilidad.
La experiencia de vulnerabilidad, ¿ha sido para todos igual? El encierro es una amenaza para todos. No hablo solo en términos de enfermedad (física y mental) sino de identidad. Para muchos es un momento que ha generado estrés con la familia y el trabajo compitiendo en un mismo lugar. Para otros es un espacio de silencio donde mirarse al espejo. Eso nos confronta con nosotros mismos y tenemos que reconstruir lo que de verdad nos importa para mantener nuestra identidad.