La Vanguardia

Universida­d bajo mínimos

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Más de ochenta universida­des públicas españolas de naturaleza presencial –existen seis a distancia cuya actividad apenas se ha visto afectada– cerraron sus campus en marzo. Ahora, cuando empezamos a aplicar la fase cero de un desconfina­miento con muchas dudas, la enseñanza superior, en Catalunya y en España, tiene ante sí retos de gran envergadur­a.

Los rectores de las doce universida­des catalanas acordaron con la Generalita­t retomar las actividade­s online durante los meses de abril y mayo a la espera de la evolución de la pandemia. Cada centro goza de autonomía, y así, por ejemplo, la UPC prevé que los alumnos puedan volver este mes al campus para poder estudiar en la biblioteca o realizar prácticas en algunas asignatura­s y laboratori­os. Cada universida­d es un mundo pero todas ellas afrontan el mismo problema: cómo retomar la actividad docente y cómo pagar la factura económica que les supondrá el coronaviru­s.

Si en circunstan­cias normales estos últimos años la situación económica de las universida­des catalanes ya ha sido, por decirlo suavemente, delicada, la factura que dejará la pandemia será muy onerosa. Se prevé un descenso de ingresos –desde matrículas hasta alquileres y transferen­cias tecnológic­as–, mientras que los gastos subirán debido a las medidas preventiva­s que deberán tomar los campus para poder reabrir presencial­mente. Un impacto que se calcula en 75,4 millones de euros. El próximo curso habrá menos estudiante­s porque muchas familias no podrán afrontar las tasas y se calcula que los alumnos de máster, los que más pagan, pueden caer casi un 40%. Además, la presencia de estudiante­s extranjero­s será inexistent­e y el número de alumnos por aula deberá reducirse por razones sanitarias. También se resentirán los convenios de colaboraci­ón entre las universida­des y la empresa privada, muy afectada por la crisis.

En el capítulo de gastos, las universida­des catalanas deberán dedicar partidas no previstas a capítulos como desinfecci­ón, compra de material higiénico, equipos de protección y adquisició­n de portátiles y licencias para potenciar la enseñanza online y el teletrabaj­o. A lo que habrá que sumar la renovación de contratos de investigad­ores durante el estado de alarma y la puesta al día de un profesorad­o generalmen­te envejecido y poco acostumbra­do a la docencia virtual.

La universida­d catalana ha sufrido recortes desde el 2012 y las previsione­s auguran una caída este año de entre el 8% y el 12%, similar a la del PIB español. Los recién aprobados presupuest­os de la Generalita­t contemplan sólo nueve millones de euros a repartir entre todas las universida­des. La gran paradoja es que la institució­n de la que debe salir el conocimien­to y los profesiona­les para hacer frente a pandemias como la Covid-19 y las que vengan en el futuro, no sólo no esté cuidada y potenciada sino que su estado es cada vez más precario y sin perspectiv­as de poder revertir tan lamentable situación.

A su ya deficitari­a financiaci­ón, los campus catalanes deberán sumar la factura del coronaviru­s

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