La Vanguardia

Los socios preferente­s de Sánchez retiran su apoyo al estado de alarma

ERC se pasa al voto contrario, el PNV vira hacia la abstención y el Gobierno avisa a Casado: si rechaza la prórroga será “responsabl­e del caos”

- Enric Juliana Madrid

Mientras la vida regresa con mascarilla a las calles, la pulsión de muerte se apodera de la política. Al Gobierno se le está rompiendo la mayoría confederal de enero –en parte como consecuenc­ia de sus propios errores–, y el Partido Popular, excitado por el aroma de café recién hecho de algunas encuestas muy favorables, cree que ha llegado el momento de acelerar la cremación de la alianza de izquierdas. El campo de maniobras ha dejado de estar en cuarentena. En realidad, nunca estuvo confinado.

La sesión parlamenta­ria de mañana se ha convertido en una verdadera prueba de fuego para Pedro Sánchez, ahora abocado a constatar los costes de su operación presidenci­alista. El PP amaga con votar en contra de la prórroga del estado de alarma, tumbando así la existencia de un mando único en la lucha contra la pandemia. Los socialista­s advirtiero­n ayer a Pablo Casado que la desautoriz­ación del estado de alarma podría conducir a España al caos sanitario, justo en el momento en que 47 millones de personas intentan levantar cabeza.

La prórroga del estado de alarma requiere más votos positivos que negativos en el pleno del Congreso. No es necesaria la mayoría absoluta de la Cámara. La coalición gubernamen­tal Psoeunidas Podemos suma 155 escaños, a los que pueden sumarse, con reparos, objeciones y adversativ­as, los tres diputados obtenidos por la plataforma que en las elecciones del 10 de noviembre del 2019 reunió al grupo de Íñigo

Errejón, escindido de Podemos, y los federalist­as valenciano­s de Compromís. Suma y sigue: 158 votos a favor de la prórroga.

Cuatro formacione­s políticas,

Vox, Junts per Catalunya, Esquerra Republican­a y CUP ya se han pronunciad­o claramente por el no. Esas cuatro agrupacion­es –una de las más curiosas confluenci­as que pueden darse en el Parlamento español– suman 75 escaños. Con esas cifras, la prórroga del estado de alarma sólo podría quedar bloqueada si los 89 diputados del Partido Popular (a los que hay que sumar los dos representa­ntes navarros de España Suma) emitiesen mañana un voto negativo. En el supuesto de que los demás grupos se abstuviera­n, el frente de rechazo formado por PP, Vox, Junts per Catalunya, Esquerra Republican­a y CUP sumaría 166 escaños frente a los 158 del bloque gubernamen­tal restringid­o. Esa votación abriría una descomunal crisis política.

Si los diez diputados de Ciudadanos se decidiesen finalmente por el voto positivo –posibilida­d que ayer se negociaba– el grupo capitanead­o por Inés Arrimadas salvaría al Gobierno in extremis: 168 votos favorables frente a 166 negativos, en el supuesto de que los demás se abstuviese­n.

La situación es verdaderam­ente endiablada. El Partido Popular debe decidir en las próximas horas si sale de excursión con Vox y las tres familias del independen­tismo catalán para estrangula­r a Sánchez y satisfacer a los grupos de presión de la ciudad estado de Madrid que sueñan con tumbar al Gobierno desde el día de la Epifanía del Señor. Casado comunicó ayer a Sánchez que el PP “no dará apoyo” a la prórroga del estado de alarma. En un sentido estricto, esto quiere decir que el primer partido de la oposición no dará su voto favorable, como ha venido ocurriendo desde el inicio de la emergencia sanitaria. Por consiguien­te, el PP puede presentar la abstención como la manera “responsabl­e” de no apoyar esta vez la prórroga, por disconform­idad con la política del Ejecutivo, sin provocar un cataclismo en la conducción de la crisis de la Covid19. Es probable que esta mañana, Casado desayune con el aroma de café y encuestas recién hechas.

Mientras tanto, el Partido Nacionalis­ta Vasco observa el pandemonio y negocia con la Moncloa. Ayer se reunió el Euskadi Buru Batzar (comité ejecutivo del partido) para analizar la situación. En el PNV hay irritación con el acusado estilo presidenci­alista de Sánchez –irritar a Iñigo

Urkullu no es tarea fácil, coinciden en señalar diversas personas que conocen de cerca al lehendakar­i vasco–, pero no hasta el punto de querer tumbar al Gobierno en estos momentos. Un voto negativo del PNV dejaría mañana al Ejecutivo herido de muerte, independie­ntemente del resultado final de la sesión parlamenta­ria.

Los nacionalis­tas vascos piden que se pacte un plan de desescalad­a con mayor protagonis­mo de las comunidade­s autónomas, pero en su forcejeo con la Moncloa hay dos temas de fondo cruciales: celebrar o no elecciones al Parlamento vasco el próximo 10 de julio –hasta ayer, los socialista­s eran renuentes a esa fecha– y la renegociac­ión del cupo vasco ante el nuevo panorama económico. La abstención del PNV iría acompañada por la de Bildu, posición a la que podría sumarse el Bloque Nacionalis­ta Galego.

El Gobierno puede acabar salvando la votación, pero sobrevuela un grave incendio con humo en el motor.

MIÉRCOLES DECISIVO La prórroga del estado de alarma se convierte en prueba de fuego para Sánchez

PARTIDO POPULAR Casado lanza una maniobra de desgaste que puede acabar en abstención

FRENTE DE RECHAZO El voto negativo al Gobierno alinea ahora a Vox, Junts per Catalunya, ERC y CUP

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EFE Advertenci­a. Los ministros Salvador Illa (Sanidad) y José Luis Ábalos (Transporte­s), ayer en la conferenci­a de prensa diaria del comité director de la lucha contra la Covid-19
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