La Vanguardia

Charlas, paseos y fotos viejas en el caserío

- JOKIN LECUMBERRI

El caserío se encuentra en un barrio muy pequeño. En los aledaños, apenas vive media docena de personas, de las que una parte son familia. Esa es la gente con la que, aparte de su marido, más se relaciona Josune Gorospe en esta época de aislamient­o. Lo hace desde su propia casona, cuando los vecinos salen a la huerta o a cuidar a los animales. “En lo personal lo llevo bien, somos muy etxizales (caseros); en lo colectivo, muy mal, es un drama humano multidimen­sional”, explica la diputada del PNV.

Unas obras en su domicilio de Bilbao provocaron que el confinamie­nto la pillara en el caserío de Dima, un pequeño municipio vizcaíno enclavado en el valle de Arratia y punto importante de la mitología vasca. Su cueva de Batzola es una de las moradas de Sugaar, la deidad masculina con forma de serpiente o de dragón que es consorte de Mari, la diosa suprema de la antigua religión precristia­na. Ambos aúnan el poder de crear y destruir.

Gorospe abandona el valle todas las semanas para asistir a las reuniones de la comisión de Sanidad del Congreso. Sin apenas autobuses ni aviones en funcionami­ento, debe viajar en coche. Los trayectos le ofrecen una visión cruda del impacto humano y emocional del coronaviru­s. Tiene grabados los pueblos y las localidade­s vacíos al atardecer que contempla cada siete días y la actividad humana que se intuye tras las ventanas. “Siento una enorme tristeza, pero también fuerza para seguir luchando”, dice.

Echa de menos los encuentros familiares y el poteo en cuadrilla. También los paseos largos e ir a por perretxiko­s. El monte, en estas fechas, estaría ahora poblado de buscadores de setas. “Veremos si es temporada cuando salgamos”, indica.

Entre un sinfín de informes y reuniones telemática­s, Gorospe hace entre 5.000 y 10.000 pasos por casa, actividad que compatibil­iza con escuchar BBC News para “mejorar el inglés”. También está releyendo libros que cogió de la biblioteca del Congreso y luego compró para “poder garabatear­los”, como Así termina la democracia (David Runciman) o El chico de las bobinas (Pere Cervantes). Asimismo, recurre a antiguas fotos “para dar a cada día color y sentido”. “La vida no va de esperar a que pase la tormenta, mientras no escampe debemos aprender a vivir bajo ella”, sostiene.

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JOSUNE GOROSPE Diputada del PNV en el Congreso

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