Alto el fuego en Yemen entre Arabia Saudí y los hutíes al calor del virus
Al calor de la pandemia, el jueves entró en vigor un alto el fuego de dos semanas en Yemen, propuesto por la coalición árabe encabezada por Arabia Saudí. Sus rivales hutíes, que detentan el poder en Saná, la capital yemení, habían publicado horas antes un plan de cese el fuego definitivo condicionado a un fin del bloqueo y a la retirada saudí, paso previo a un “diálogo intrayemení”. Exigen, concretamente, “el fin de la presencia extranjera en todos los territorios yemeníes, islas, puertos y espacio aéreo”.
Una catástrofe humanitaria viene anunciándose en Yemen desde hace más de dos años y la Covid-19 podría ser el aldabonazo, en uno de los países peor preparados del mundo. El portavoz de la coalición dirigida por Riad, Turki al Malki, ha apoyado explícitamente el “alto el fuego global frente a la Covid-19” propuesto por António Guterres. El secretario general de la ONU ha saludado esta oportunidad para la paz y ha pedido su “aplicación inmediata” para que se pueda “reanudar
el proceso político y dar pie a un acuerdo amplio que ponga fin al conflicto”.
Los rebeldes hutíes, cuyo brazo político es Ansar Alah (“partidarios de Dios”), depusieron en el 2014 a Abdo Rabu Mansur Hadi, refugiado en Riad pero reconocido aún internacionalmente como presidente del Yemen. Hutí es el nombre de su tribu, que también apellida a los fundadores de la milicia, todos ellos fieles de una milenaria rama chií, en abierta oposición al wahabismo saudí.
Los hutíes cuentan con el apoyo de la República Islámica de Irán y del Hizbulah libanés, algo que enciende las alarmas no sólo en Riad, sino también en Tel-aviv, Washington y Abu Dabi. Sobre todo, tras el ataque relámpago con un enjambre de drones contra una refinería y un depósito saudí –de la compañía estatal Aramco– en septiembre pasado, que puso sobre la mesa la vulnerabilidad del reino y conllevó una rápida reducción de la actividad militar en Yemen, que sólo se rompió con un raid aéreo sobre Saná a finales de marzo.
La calamitosa intervención saudí en Yemen –apoyada con armamento y asesoramiento británico y estadounidense– fue una apuesta del príncipe Mohamed bin Salman.
También los Emiratos Árabes Unidos han puesto un pie en el país, convirtiendo la estratégica isla de
Socotra –que domina la entrada al Mar Rojo– en una especie de protectorado militar. Asimismo, según la agencia oficial iraní, hace un mes EE.UU. envió allí marines de refuerzo y baterías de misiles.
De hecho, los emiratíes han empleado hasta cientos de mercenarios colombianos en su lucha contra los hutíes. En su punto de mira, el control del este petrolífero de Yemen y una salida a mar abierto, teniendo como guinda el puerto estratégico de Adén, que estuvo bajo control británico hasta 1967. El año pasado, Emiratos decidió retirar sus tropas del Yemen continental, pero no suspender su apoyo a determinadas milicias, que llegaron a entablar combates contra aquellas apoyadas por los saudíes, poniendo en evidencia los distintos objetivos estratégicos de Abu Dabi y Riad.