Juicio por dañar un yacimiento para que pareciera más valioso
Un descubrimiento de trascendencia mundial puede quedar oficialmente como un fraude histórico. El juicio por la falsificación de grafitos en el yacimiento de Iruña-veleia (Álava) para hacerlos pasar como un hito de la arqueología arrancó ayer en el Palacio de Justicia de Vitoria,
donde declararon los tres acusados, a los que se les imputan los delitos de daño sobre el patrimonio histórico y de falsedad.
Los espectaculares hallazgos fueron presentados a bombo y platillo en el 2006. El exdirector del yacimiento, Eliseo Gil, anunció unos descubrimientos que cambiaban el pasado. En concreto, habían encontrado piezas de barro con, entre otras inscripciones, una crucifixión de Cristo correspondiente al siglo III y vocablos en euskera. Suponían una gran revolución: adelantaban ocho siglos la entrada del cristianismo en la Península ibérica ya que hasta ese momento el primer vestigio estaba recogido en las glosas de San Millán, del siglo XI, y también la aparición del euskera escrito en otros 600 años. Los descubrimientos despertaron las dudas de la comunidad científica. Una comisión formada por 26 expertos determinó dos años después que las piezas más llamativas habían sido manipuladas sobre otras reales de los siglos III, IV y V. Los especialistas concluyeron que Gil y sus dos colaboradores rayaron la superficie de 476 restos para dotarlos de un “pretendido valor histórico-cultural-religioso que no tenían”, “deteriorando de forma irreversible piezas tardo-romanas auténticas”.
Ayer, en el inicio de la vista, Gil defendió su inocencia y negó haber alterado las piezas, aunque no llegó a avalar su autenticidad. Eso sí, aseguró que “su falsedad no se ha demostrado científicamente”. Las excavaciones previas en la zona, desde los años cincuenta, nunca habían dado restos tan excepcionales, que llevaron a hablar incluso de “la nueva Pompeya”.
Uno de los colaboradores de Gil, el geólogo Óscar Escribano, anunció ayer por sorpresa un pacto con la Fiscalía, aceptando un año de cárcel y una multa de 2.160 euros al declararse culpable de un delito contra el patrimonio histórico. Escribano admitió que realizó una única inscripción con un punzón en uno de los restos, en el que grabó la palabra Veleia. Fue, aseguró, una “broma”. Asimismo, se desmarcó de las demás adulteraciones.
El tercer acusado es Rubén Cerdán, según la Fiscalía un falso físico nuclear que realizó informes sobre los grafitos manipulados para darles fiabilidad. El ministerio público reclama una pena de cinco años y medio de cárcel para el ideólogo de la trama y que se indemnice al Gobierno vasco con 285.600 euros por los daños causados.