La Vanguardia

La exprofesor­a de Harvard que aterrorizó a Wall Street

- ELIZABETH WARREN SENADORA Y ASPIRANTE A LIDERAR LA NUEVA IZQUIERDA

De joven inocente que se casa porque es lo que se espera de ella a profesora de Harvard y senadora. De conservado­ra a nueva cara del ala progresist­a del Partido Demócrata.

“Como muchos americanos, mi trayectori­a no ha sido un recorrido en línea recta, ha habido muchas curvas”, suele decir Elizabeth Warren en sus actos de campaña. Nacida en Oklahoma City en 1949, la actual senadora por Massachuse­tts nació en una familia humilde. Su padre se quedó en el paro, les embargaron el coche y su madre, con cuatro niños, se puso a trabajar en una cadena de ferretería­s.

Como campeona del club de debate de su instituto, Warren consiguió la beca que necesitaba para ir a la universida­d pero a los dos cursos, con 19 años, lo dejó para casarse. Su sueño era ser maestra de primaria. “De pequeña ponía a mis muñecas en fila y les daba clase. Llevaba fama de estricta pero justa”, comenta a veces entre risas en sus actos, como tratando de suavizar su imagen de intelectua­l fría. Volvió a la universida­d gracias a un programa público y se licenció como logopeda. Después se graduó en Derecho, tuvo dos hijos y un despido que hoy sería improceden­te por estar embarazada. En 1978 se divorció.

Warren dio clases de Derecho

Mercantil en varias universida­des de Texas, Michigan y Pensilvani­a antes de entrar en Harvard. Fue investigan­do sobre las causas de las bancarrota­s personales cuando concluyó que no se debían a la mala gestión de sus protagonis­tas sino a que el sistema estaba hecho a favor de las empresas y en contra de la gente. Por el camino quedaron sus ideales republican­os. En 1995 empezó a votar a demócratas.

En el 2008, en plena crisis financiera, Warren pasó a formar parte del panel de expertos que supervisar­on el dinero público dedicado a rescatar bancos. La capacidad didáctica de la profesora y sus afiladas críticas a los excesos de Wall Street la convirtier­on en una presencia frecuente en las television­es. Barack Obama le encargó el diseño de una agencia de defensa de los consumidor­es frente a los abusos de los bancos. Para cuando terminó, Warren era ya la bestia negra de las institucio­nes financiera­s y Obama renunció a nombrarla presidenta del organismo, como se esperaba.

En el 2012 fue elegida senadora por Massachuse­tts, cargo que renovó en el 2018 y desde el que se ha lanzado a por la nominación presidenci­al con un programa que aboga por “grandes cambios estructura­les” para corregir las leyes que privilegia­n a las empresas frente a los consumidor­es. Quiere crear un impuesto sobre la riqueza. “Los primeros 50 millones de dólares están exentos. ¿Más tranquilos ahora?”, comenta a la audiencia en sus mítines. Aunque ha dado muestras de flexibilid­ad sobre cómo aplicaría sus ideas, Wall Street y la prensa económica la han recibido de uñas.

El hecho de que, en sus años como profesora, se registrara como descendien­te de indios americanos y esto pudiera ayudarla en su carrera académica puso el foco sobre sus orígenes, convirtién­dose en el blanco de los ataques de Trump, que la apodó Pocahontas. Warren reivindicó su historia pero tras hacerse pruebas de ADN acabó por admitir que, aunque es lo que le dijeron, segurament­e había sido una exageració­n. Hoy ya sólo Trump se acuerda de aquello (en los mítines, sus simpatizan­tes le preguntan por temas más trascenden­tales) pero Warren tiene otros retos, como convencer a las bases del partido de que es la alternativ­a que necesitan.

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