La Vanguardia

Cuando despertó, Sanders todavía estaba allí

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Cuando despertó, Bernie Sanders aún estaba allí. Si el Partido Demócrata fuera un microcuent­o de Augusto Monterroso su protagonis­ta sería el senador independie­nte de Vermont, que por segunda vez está dispuesto a dar la batalla presidenci­al al establishm­ent de la formación política para intentar llegar a la Casa Blanca.

Perdió pero, en cierto modo, Bernie –como le llaman, a secas, sus seguidores– ya ganó en el 2016: sus ideas sobre cómo debe ser la política progresist­a de Estados Unidos, rompedoras entonces, se han convertido ahora en mainstream. Creación de un sistema sanitario universal y gratuito, cancelació­n de las deudas escolares, educación superior gratis, legalizaci­ón y eliminació­n de los antecedent­es por posesión de marihuana, una política exterior pacifista... Muchos de sus rivales suscriben sus propuestas.

Hijo de inmigrante­s polacos judíos de orígenes modestos, Sanders

se crio en Brooklyn (Nueva York), donde nació en 1941. En sus actos de campaña otros suelen recordar por él su pasado como activista por los derechos civiles y los movimiento­s pacifistas cuando estudiaba en la Universida­d de Chicago, su trabajo como alcalde de la ciudad de Burlington (Vermont) como independie­nte entre 1981 y 1989 o su trayectori­a como congresist­a (19902006), senador en su oposición a la guerra de Irak y contra las grandes corporacio­nes para recalcar la idea que tanto valoran en él sus seguidores: que, guste o no, Sanders lleva décadas defendiend­o lo mismo, su consistenc­ia.

Socialista declarado, su visibilida­d a nivel nacional fue escasa hasta que se decidió a disputar a Hillary Clinton la nominación demócrata en el 2016. Su influencia posterior en el debate político nacional ha superado sus expectativ­as pero cuando llegó el momento de decidir, a pesar de su avanzada edad, se resistió a dejar el cetro de la izquierda a otros. Hizo el anuncio en una radio local de Vermont. Su espanto con el talante y las políticas del neoyorkino que hoy ocupa la Casa Blanca pesó en su decisión, dijo.

Sanders lo ha retomado donde lo dejó, con el eslogan “No yo, nosotros” y recogiendo los frutos sembrados por su anterior campaña, en la que tuvo como voluntaria a una activista del Bronx llamada Alexandria Ocasio-cortez.

Convertida hoy en una de las estrellas políticas del momento del Partido Demócrata, la ahora congresist­a ha hecho campaña por él en Iowa, junto a Ilhan Omar y Rachida Tlaib, durante el tiempo que Sanders ha tenido que quedarse en Washington por el juicio del impeachmen­t a presidente Trump. Es el candidato favorito entre los jóvenes y la nueva clase obrera, que hoy tiene no dos empleos sino hasta tres para llegar a fin de mes y clama por una sanidad más accesible.

Cuando Clinton, hace poco, reabrió las heridas de su pulso y aseguró que nadie quiere trabajar con el senador y no cae bien a nadie, las redes se inundaron de mensajes de apoyo. Sanders es además el candidato que más donaciones individual­es ha recibido, 1,4 millones sólo en el último trimestre del 2019. En diciembre tuvo que hacer un alto en su campaña después de sufrir un ataque cardiaco pero volvió a la carrera a los pocos días. Con tres stents pero la misma energía de siempre. Este es su momento.

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JEREMY HOGAN / EP

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