La Vanguardia

Forofos, al psicólogo

- Joan Golobart

Aunque el paso de los años le permite a uno relativiza­r, aún existen cosas que me afectan. Sobre todo si estas se refieren a aspectos humanitari­os o a gente o entidades próximas a mí y que siento como mías. Relacionar a la afición del Espanyol con actitudes o manifestac­iones racistas es algo vergonzoso. Si en un grupo de 27.000 personas aparecen doce en actitud inadmisibl­e, no se puede manchar el nombre de una entidad y mucho menos etiquetar a unos seguidores extraordin­arios.

En mi infancia fui un culé de pro, igual que lo era mi padre. Pero la vida hizo que se cruzara en mi camino una familia extraordin­aria como son los Mauri. Y si conviví muchos años en los mismos pupitres con Edu, actual miembro de los servicios médicos del Manchester City, también coincidí en el Hospi con José. Una de las cosas que me cautivaron de esa familia era que sus padres Pepe y Carmen y todos sus hijos amaban a un equipo que nunca ganaba nada. Por mucho que el Espanyol haya sido siempre un equipo histórico en España.

Luego, la vida te regala experienci­as únicas como la de formar parte de la primera plantilla del Espanyol. Y fue tanto lo que viví allí dentro, tantas las vivencias enriqueced­oras, que cuando me dieron la baja a los 29 años renuncié a seguir jugando. Sentí que hacerlo hubiera sido una traición a todos sus seguidores, aquellos que siempre me granjearon un gran afecto.

Que alguien ponga en duda a La Curva, un grupo de seguidores extraordin­arios que durante un tiempo fueron la envidia de todos los clubs, porque unos imbéciles muestran unas actitudes racistas, es también

Relacionar a la afición del Espanyol con actitudes o manifestac­iones racistas es algo vergonzoso

una vergüenza. Desde estas líneas les animo a que sigan luchando por recuperar ese protagonis­mo que el club necesita y más en este momento. ¿Cómo puede haber gente que piense que el aficionado perico es racista cuando entre nosotros tenemos ídolos como Kameni o N’kono?

Pero lo peor de todo esto es que además los altavoces de estas acusacione­s sean periodista­s que ven invadido su cerebro por la ideología. Porque lamentable­mente son más seguidores de un equipo que periodista­s y se aprovechan de quien les da cobertura para vomitar mentiras. Ni la afición del Espanyol es racista ni el fútbol es racista. El problema es la presencia de gente sin educación o amargada que sólo es capaz de expresarse a través del insulto y el menospreci­o. Y eso a fin de cuentas es un problema de formación de la sociedad. Espero que tanto al Espanyol como al resto de clubs del mundo los racistas los dejen en paz y que los periodista­s forofos acudan al psicólogo para reparar sus frustracio­nes.

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POR LA ESCUADRA

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