La Vanguardia

‘The case of Catalonia’, 1945

- Francesc-marc Álvaro

Abril de 1945. El mundo vive pendiente de la batalla de Berlín, los últimos días del Tercer Reich. Los estadounid­enses todavía no han lanzado las dos bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. Parece lejos la fecha del 8 de mayo, la que pasará a la historia como el final oficial del conflicto en Europa, el llamado V-E Day. En Nueva York, la fiesta todavía no ha empezado, abril es incierto. Francia fue liberada en 1944, pero el camino hasta la guarida de

Hitler no es rápido ni fácil. Cada palmo de terreno cuesta mucha sangre. Nueva York se prepara para la victoria y también para llorar a los que no volverán. Por la ciudad de los rascacielo­s, aquel abril de 1945, circula un catalán, metido en sus cosas.

Se llama Josep Carner i Ribalta, es un luchador demócrata y separatist­a, seguidor de Francesc Macià, exiliado en Estados Unidos después de pasar por París y México. Su objetivo es internacio­nalizar el problema catalán y tratar de influir en las autoridade­s norteameri­canas para que el final de la guerra sea también una oportunida­d para Catalunya. Carner i Ribalta es un optimista. Lo es desde joven, cuando se puso al servicio de Macià, a quien acompañó a Moscú y apoyó en la aventura fracasada de la invasión de Catalunya desde Prats de Molló en 1926. Es experto en propaganda y ha sido responsabl­e del Comisariad­o de Espectácul­os de la Generalita­t durante la Guerra Civil.

Ahora trama algo. Será algo grande. Carner i Ribalta quiere hacer llegar la situación de Catalunya allí donde se dibujará el nuevo mapa del mundo. Este lugar es la conferenci­a de San Francisco, que debe celebrarse entre el 25 de abril y el 26 de junio.

Hija de la conferenci­a de Yalta, la cumbre de San Francisco reunirá a representa­ntes de cuarenta y seis estados del bando aliado y elaborará la Carta de las Naciones Unidas. Los convocante­s son los líderes del nuevo orden internacio­nal: Estados Unidos, la Unión Soviética, el Reino Unido y China. El político y escritor lo tiene claro: Catalunya debe dirigirse a estas cuatro potencias, ahora que se están repartiend­o cartas nuevas. Se trata de hacer una gestión “que definitiva­mente internacio­nalizara el pleito catalán”, según explica en sus memorias, De Balaguer a Nova York passant per Moscou i Prats de Molló, editadas por Josep Benet el año 1972 en las Edicions Catalanes de París.

Con fecha de 14 de abril de 1945 –no es casual– y desde Nueva York, Carner i Ribalta

y dos catalanes de ideología independen­tista, Josep Maria Fontanals (presidente del Casal Català) y Joan Ventura Sureda, firman un memorándum o apelación a la conferenci­a internacio­nal de San Francisco y, más concretame­nte, a sus cuatro patrocinad­ores: norteameri­canos, soviéticos, chinos y británicos. Titulan el documento The case of Catalonia, en clara alusión a los papeles relacionad­os con el principado de Catalunya, The case of the Catalans, a raíz de la paz de Utrecht de 1713. Mientras, el president Josep Irla, en el exilo francés, tiene la cabeza en otros asuntos.

Después de la creación en Londres, en febrero de 1941, del Consell Nacional Català, presidido por Carles Pi i Sunyer, se constituyó la delegación de este organismo en Estados Unidos, que entre otras actividade­s editó la revista Free Catalonia. Carner i Ribalta relata que esta delegación “tuvo que registrars­e, el 28 de marzo de 1942, en el Departamen­to de Estado, como agentes de un gobierno extranjero, lo cual virtualmen­te daba a la delegación la categoría de cancillerí­a”. Los vascos del PNV en el exilio se trabajan también al Departamen­to de Estado, pero lo hacen con más constancia y pragmatism­o. Los catalanes no tienen a nadie como Antón Irala, mano derecha del lehendakar­i Aguirre.

The case of Catalonia constata una “indiferenc­ia diplomátic­a tradiciona­l hacia las demandas de Catalunya” y afirma que “el conflicto entre Catalunya y España, como cualquier otro problema entre una nacionalid­ad oprimida y su opresor, siempre ha sido un problema de naturaleza internacio­nal”. “El de Catalunya no es un problema español, sino un problema europeo”, y las aspiracion­es catalanas “subsisten independie­ntemente de la existencia o la no existencia de Franco en España”. En las conclusion­es, el memorándum pide a las nacientes Naciones Unidas que la posición de Catalunya dentro de España “sea decidida por Catalunya misma, a través de plebiscito de los catalanes nacionales, después de reconocido su estatus de nación”.

La iniciativa no produjo cambio alguno en la agenda de las grandes potencias. Carner i Ribalta, muchos años después, maquilla el fracaso: “Por adelantado ya sabíamos (después de haber estudiado la convocator­ia de la conferenci­a de San Francisco y las materias que allí serían discutidas) que no podíamos esperar ningún resultado práctico”. ¿Un triunfo moral?

El martes, Puigdemont, desde su escaño en el Parlamento Europeo, pidió a las institucio­nes comunitari­as una “solución política” mediante “el diálogo y la negociació­n” para un conflicto que considera un “asunto interno de la UE”. Han pasado casi setenta y cinco años del intento de Carner i Ribalta.

Carner i Ribalta hizo llegar la situación de Catalunya a la conferenci­a

de San Francisco

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EFE
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