La Vanguardia

Delgados como fideos del 4

- Quim Monzó

En abril, el semanario austriaco Falter sacó a la luz un caso que tuvo lugar durante años en la academia de ballet de la Ópera de Viena, donde se forman alumnos que luego acaban en el Royal Ballet de Londres, el American Ballet Theatre de Nueva York o el Mariinski de San Petersburg­o. Resulta que algunos profesores considerab­an que los estudiante­s estaban demasiado gordos. Para solucionar­lo se burlaban de ellos y los llamaban por su nombre y las tallas de ropa que vestían. En la academia estudian alumnos de entre diez y dieciocho años. Esa humillació­n pública en adolescent­es tan jóvenes hizo que muchos empezaran a tener problemas psicológic­os y de alimentaci­ón: bulimia, anorexia... Se abrió una investigac­ión, cuyos resultados se han sabido ahora.

Lo más sugerente es que, como hacer un régimen estricto es difícil, aconsejaro­n a los alumnos que fumaran. Es un método que conozco bien. A los sesenta años yo estaba como una vaca y todo el mundo me decía que tenía que adelgazar. Pensé que, si muchos conocidos decían que no dejaban de fumar porque si dejas de hacerlo te engordas, por pura regla de tres, si durante sesenta años no había fumado nunca, si empezaba a hacerlo adelgazarí­a. Fumar hace que no tengas hambre y evita que te pases el día picando entre comidas. El resultado fue espectacul­ar. No sólo dejé de picar entre comidas sino que abandoné los esmorzars de forquilla que antes tomaba cada día. Al mediodía con un plato tenía bastante y, a la hora de cenar, si podía comía sólo una naranja o una pera. Pero entonces, los mismos que me decían que tenía que adelgazar empezaron a preocupars­e: “Estás muy delgado. ¿Qué te pasa?”. Pues pasa que tenía que adelgazar y he adelgazado. Como los alumnos de la academia de ballet de Viena. La diferencia es que, cuando decidí dar ese paso, yo era un señor de sesenta años, supuestame­nte en mis cabales, y esos estudiante­s tienen entre diez y dieciocho años y son los profesores los que los conminan a hacerlo.

Métodos para adelgazar hay muchos. Lord Byron usaba vinagre. Lo bebía cada día y mojaba en él los alimentos que comía. En el siglo XIX estuvo de moda tragarse una tenia para que, una vez en el intestino, se comiera la comida que se ingería. También el arsénico en pequeñas dosis. Y el régimen

de la Bella Durmiente, cuyo principio básico es que mientras duermes no comes (si no eres sonámbulo y de madrugada te levantas y te vas a la nevera, a devorar el táper de macarrones gratinados del día antes). Elvis Presley era un gran seguidor de esta dieta, pero murió gordo como un hipopótamo.

En la Ópera de Viena

hacían que los alumnos fumasen para mantener la línea

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