Que no pare la música
Sitges quiere volver a ser referente del ocio nocturno tras el cierre de discotecas y bares musicales en los últimos años
La discoteca Pachá, la primera que abrió en el mundo en 1967, y L’atlàntida se fueron con la música a otra parte. Sitges ha ido perdiendo marcha como gran destinación de ocio nocturno. Las molestias que ocasionaban al vecindario, a pesar de ser este posterior a su puesta en marcha, y su situación urbanística acabaron provocando que ambas echaran el cierre. Cuando la sala de las dos cerezas fundada por Ricardo Urgell abrió en Vallpineda era una antigua masía aislada, sin vecinos, reconvertida en sala de fiestas.
Empresarios del sector aseguran que han dejado de venir más de 5.000 personas que acudían a Sitges atraídos por las grandes boîtes, y que hacían la previa en forma de primeras copas en la calle Primer de Maig, más conocida como la calle del Pecado. Y eso, junto con los controles de alcoholemia, ha asestado un duro golpe a esta bulliciosa vía, en la que han ido abriendo restaurantes y negocios que nada tienen que ver con el ocio nocturno.
Hoy quedan 14 establecimientos en el centro de Sitges entre discotecas y bares musicales (seis de ambiente) más dos rooftops de hoteles donde tomar copas más relajadamente. También se mantienen dos locales en Aiguadolç. Pese a ello, empresarios del ramo y el Ayuntamiento se han conjurado para resucitar lo que fue un referente del ocio nocturno catalán. El presidente del Gremi d’hostaleria de Sitges, Oskar Stöber, dice que es “necesaria” la oferta de ocio nocturno a pesar de que debe “adaptarse” para ser “lo más sostenible y lo menos molesta posible”.
El invierno se hace muy largo para muchos locales. Algunos llegaron a sucumbir, como el histórico Pachito, que a las puertas de su 50 aniversario cerró hace un año. Pese a ello, los empresarios Damià Orts y Andrés Coronel creen en el potencial de la calle del Pecado. Hace sólo dos años abrieron el music club Everlasting Love. Este amor duradero se ha convertido en el gran referente de la zona pinchando música de los ochenta, noventa y 2000. El éxito (algunas noches cuelgan el cartel de completo recibiendo a más de 400 clientes) les llevó a hacerse con el Pachito, que reabrió remodelado en agosto pasado ofreciendo la música house que hizo célebre a este local que recrea una cueva ibicenca.
Tras un verano prometedor, sin embargo, la llegada del frío se nota en las cajas registradoras. Damià Orts reconoce que la calle entró en decadencia pero cree en un mejor futuro. Su socio, Andrés Coronel, lamenta las licencias que en el pasado otorgó el Ayuntamiento, al que ahora reclaman apoyo. Ambos consideran que, “pese a lo complicado de los tiempos que corren, hay que reinventarse”.
Un total de catorce locales de este tipo se mantienen abiertos en el centro de la localidad