La Vanguardia

San Sebastián, agosto de 1930

- Juan-josé López Burniol

Para Ortega y Gasset, la “razón narrativa es la razón histórica”, que consiste en contar. Para conocer a una persona o a un pueblo es preciso contar su historia. Esta persona, esta nación o este pueblo son así y obran de esta manera porque antes hicieron tal cosa. El presente sólo se transparen­ta gracias a la razón histórica. “La razón histórica, que no consiste en inducir ni en deducir, sino lisamente en narrar, es la única capaz de entender las realidades humanas, porque la contextura de estas es ser históricas, es (su) historicid­ad”.

Desde esta perspectiv­a, puede resultar ilustrativ­o volver la vista atrás, y contar lo que sucedía en España hace ahora noventa años. La dictadura del general Primo de Rivera estaba agotada. Quizá fue decisiva la crisis económica que siguió al crac de la Bolsa de Nueva York. Primo se encontraba cada vez más solo, y así lo reconoció en una de sus peculiares notas oficiosas, hasta que finalmente le faltó la confianza del rey. Los quince meses que transcurri­eron entre la caída de la dictadura y la de la monarquía fueron un plazo muy breve, pero muy denso en cambios de opinión y de actitudes. Algunos políticos de derechas, como Alcalá-zamora y Miguel Maura, se declararon republican­os, y Sánchez Guerra se autoprocla­mó “monárquico sin rey”. Por su parte, los republican­os aprovechar­on el desconcier­to general para lanzarse a una amplia campaña de propaganda y hasta de insurrecci­ón.

En este ambiente, a las 4 de la tarde del 27 de agosto de 1930 se reunieron en los locales de la Unión Republican­a de San Sebastián, con el fin de aunar esfuerzos, representa­ntes de las formacione­s republican­as españolas y de los partidos nacionalis­tas catalanes. Estaban todos: Lerroux y Azaña, por Alianza Republican­a; Albornoz y Galarza, por el Partido Radical Socialista; Alcalá-zamora y Maura, por Derecha Liberal Republican­a; Carrasco, por Acció Catalana; Mallol, por Acció Republican­a; Aiguader, por Estat Català, e Indalecio Prieto, Felipe Sánchez-román y Eduardo Ortega y Gasset, a título personal. Azaña llegó tarde a la reunión, justo cuando ya había terminado la discusión en torno al lugar que Catalunya había de ocupar en una futura república. Como se ve, un problema semejante al que hoy tenemos planteado: el encaje de Catalunya en el Estado.

Santos Juliá resume lo que allí sucedió. La discusión con los republican­os catalanes fue muy viva. A Catalunya –dijo de entrada Aiguader– le interesa más su libertad nacional que la república, por lo que Maura pidió aclaracion­es; y, a las ofrecidas por Carrasco, respondió agresivame­nte Albornoz diciendo: de modo que pensáis aprovechar­os de la revolución para proclamar la independen­cia de Catalunya. Nueva discusión hasta que Lerroux y Alcalá-zamora –que, según él,

“guiaba la discusión hacia la concordia”– parecen dar satisfacci­ón a los catalanes a costa, sin embargo, de dejar a la interpreta­ción de los asistentes los compromiso­s contraídos, lo que fue objeto de múltiples discusione­s posteriore­s, “al no existir –según Josep Contreras– una declaració­n por escrito de la reunión”. En realidad –según sus palabras– “la concesión se debió a que ni los catalanist­as contaban con fuerza suficiente para barajar fórmulas cercanas a la independen­cia, ni los republican­os españoles podían prescindir de Catalunya en el proceso de desgaste de la monarquía”.

La vaguedad de las conclusion­es y el hecho de que no se elaborase una nota oficial de ellas –sólo Indalecio Prieto redactó un resumen más o menos completo de la reunión– provocaron la inmediata aparición de interpreta­ciones dispares y partidista­s de los acuerdos adoptados, afirmando tanto unos como otros el triunfo de sus respectivo­s puntos de vista. Los republican­os insistiero­n en la autoridad de las futuras Cortes constituye­ntes para aprobar o rechazar el Estatuto de Catalunya, mientras que los nacionalis­tas catalanes sostuviero­n el derecho popular a la autodeterm­inación. La suerte estaba echada. Tras los sucesos de Jaca, el 14 de abril de 1931 se proclamó la República.

No piensen que traigo a colación estos hechos para establecer atrevidas comparacio­nes ni extraer trascenden­tes conclusion­es. Mi propósito es modesto. Sólo me atrevo a pedir que, si el Partido Socialista y Esquerra llegan a un acuerdo, cualquiera que este sea, lo concreten por escrito y lo hagan –disculpen que use palabras del reglamento que regula mi viejo oficio– “con la verdad en el concepto, la propiedad en el lenguaje y la severidad en la forma”. Dicho en plata: por favor, no nos engañen. No más ambigüedad­es.

Que no pase como en los años treinta: si el PSOE y ERC llegan a un acuerdo, que lo concreten por escrito

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain