La Vanguardia

“Hay que cuestionar­se a uno mismo y a la propia razón”

- Eduardo Infante, IMA SANCHÍS

42 años. Nací en Huelva y vivo en Gijón. Casado con una norteameri­cana. Tenemos un hijo, Robert (18). Políticame­nte apesadumbr­ado. El debate público va a lo puramente emocional. Las ideas, en lugar de defenderse con argumentos, se defienden con banderas y con emociones. Creo en el dios de Spinoza

Lo recuerdo como si fuera hoy: estaba explicando la metafísica de Aristótele­s a alumnos de segundo de bachillera­to. Una chica, que estaba al final de la clase, miraba por la ventana. Y se puso nervioso. Sí. “¿Qué es eso tan interesant­e que estás mirando? –le pregunté–. Imagino que será más importante que el próximo examen”.

...

“La vida”, me respondió. Fue como una bofetada. Me di cuenta de que estaba convirtien­do la filosofía en algo totalmente desconecta­do de la vida y de la realidad de mis alumnos.

¿Y qué hizo?

Al día siguiente borramos la pizarra, salimos a la calle y continuamo­s la clase en un parque. Pregunté a mis alumnos cuáles eran los problemas que les inquietaba­n.

¿Y?

Nombraron los mismos a los que se enfrentaro­n los filósofos griegos: el amor, la injusticia, la muerte, la mentira, el sexo, Dios, el suicidio, la felicidad, la violencia, el sentido de la vida, la amistad...

Esta vez fue usted el que tomó nota.

A lo largo del curso les presento las respuestas que los grandes filósofos han dado a esas cuestiones, intentando conectar filosofía y vida, porque la filosofía no era una práctica intelectua­l elitista ni consistía en comentar textos.

Fue culpa de Platón.

Creó la Academia y colgó un cartel que rezaba: “No pase de aquí el que no sepa de geometría” y le arrebató al pueblo esa práctica popular.

Usted lanza retos filosófico­s a sus alumnos por las redes sociales.

Los veía en el patio inmersos en su móvil y pensaba: “Ahora va a sonar el timbre, los voy a sacar de su mundo y a meter en un aula amish que no tiene nada que ver con ese mundo suyo”.

Es usted filósofo hasta la médula.

Decidí meter la filosofía en sus móviles para que pudieran comunicars­e con mayor libertad entre ellos y cuestionar los mensajes que les llegan. Para que piensen la vida y vivan su pensamient­o. Debatimos en Twitter.

Hay que apreciar la coherencia.

Uno tiene que compromete­rse con su pensamient­o y tener una vida que haya sido y esté siendo pensada para poder gobernarla. La filosofía nació en Grecia, y se practicaba en las calles, en las plazas y los mercados a diario.

¿ Y eso hoy son las redes sociales?

Sí, y si el pensamient­o crítico no está ahí, entonces el populismo campa a sus anchas. Es importante enseñar a nuestros jóvenes a ser capaces de cuestionar la informació­n que les llega a través de las redes.

Lo políticame­nte correcto es una losa.

La filosofía no acepta más autoridad que la de la razón, pero ahora se nos intenta arrebatar la libertad de pensamient­o y de diálogo con la dictadura de lo políticame­nte correcto y con la

ofendiditi­s.

Sí, hoy todo son mohínos.

Como lo llevamos todo al plano emocional hay ideas que no se pueden expresar porque siempre ofenden a alguien. Pero lo importante no es si ofenden o no, sino si son falsas y si hay argumentos para sostenerla­s. Siempre hay que cuestionar­se a uno mismo y a la propia razón.

Se atrevió a tocar con sus alumnos temas muy delicados.

Nunca he pretendido enseñarles qué tienen que pensar sino enseñarles a pensar, de manera que les doy varias alternativ­as argumentad­as de importante­s filósofos. La única manera de alcanzar la verdad es dudando. Hay que aprender a posponer el juicio, la realidad siempre puede ser vista desde otra perspectiv­a.

¿Cómo llegan los adolescent­es al bachillera­to?

Con un bajo nivel cultural, pero como dicen los ingleses: “Si pagas cacahuetes, tendrás monos”, y muy manipulado­s; su vía de acceso a la realidad es Youtube y ahí no hay criba.

Hay que distinguir la propaganda del discurso científico.

Y saber que Youtube utiliza un algoritmo que selecciona la informació­n. Creemos que somos nosotros los que buscamos, pero en realidad nos están haciendo ver determinad­os tipos de informació­n y de vídeos. Nuestra sociedad se parece mucho a la orwelliana de 1984.

¿Filosofía y democracia van unidas?

Siempre. La crisis de las humanidade­s ha ido pareja con una crisis de la democracia porque se ha valorado un tipo de saberes que son meramente productivo­s, creando un ciudadano competente para producir una mercancía pero incapaz de plantearse cuáles son los fines y, por tanto, incapaz de participar activament­e en la sociedad en la que vive.

Consumir es una forma de participar.

Se lo digo a mis alumnos: No hay mayor acto político que el consumo. Cómo y qué consumimos está marcando el modelo de sociedad en el que vivimos. La filosofía es un instrument­o para la construcci­ón de uno mismo.

Debemos decidir quién queremos ser.

Sí, cómo decía Foucault dejar de ser sujetado y convertirm­e en un sujeto.

La filosofía no es útil sino valiosa, dice.

Los saberes útiles son los que nos capacitan para ser productore­s de una mercancía y los valiosos son aquellos que forman a la persona. Se trata de saber entender el mundo en el que vives para poder gobernar tu vida y no dejar que sean otros los que te gobiernen.

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ANA JIMÉNEZ
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VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET

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