Baró d’evel dispara poesía escénica contra el caos actual
La compañía de circo vuelve con aves, un caballo y Oriol Pla
Falaise. Una palabra francesa que significa acantilado. Es el lugar, frente al precipicio, al vacío, ese lugar al que todos nos debemos enfrentar unas cuantas veces en la vida, donde se ha colocado la aclamada compañía de circo Baró d’evel, formada por el catalán Blaï Mateu y la francesa Camille Decourtye, para crear su nuevo montaje, inclasificable y alabado: Falaise, que aterriza en el Lliure de Montjuïc. Poderosa poesía escénica con acróbatas, actores como Oriol Pla, bailarines como Guillermo Weickert, un caballo blanco, Chapacán, y 14 palomas. Y es que los animales nunca escasean en sus propuestas – “te obligan a estar atento y hacen muy vivo el espectáculo, nunca es el mismo”, dice Mateu–, como se vio en la inolvidable Bèsties, cuyo caballo, Bonito, murió hace un año, y no han hecho aún, explica Mateu, el duelo.
Falaise es de hecho, dice Mateu, una respuesta a los cuatro años muy intensos de trabajo de carpa por toda Europa con el gran éxito de Bèsties. Querían volver a trabajar en sala y de ahí surgió un díptico, primero un montaje más pequeño, Là ,y ahora uno muy grande, Falaise”. “Tras la escenografía más abstracta de Là, ahora presentamos una concreta, habitada por una civilización que está en busca de otro espacio, que se está reinventando y está dos mil años antes o después de un cataclismo, con lo que abocamos ahí la imposibilidad del mundo actual”.
No falta el trabajo de clown, la comicidad que muestra el absurdo, y con las palomas hacen un trabajo de grupo. “Queríamos que el grupo no fuera sólo de humanos. Para trabajar con ellas hace falta observación y paciencia... y podría decir lo mismo para el espectáculo que para la vida”. Un montaje que vuelve a músicas clásicas como la de Pergolesi y que visualmente da un salto: si en Là del blanco iban al negro, en Falaise el recorrido es el inverso. “Nos gustaba como estética y significado. En Là de un escenario sencillo se iba a una mayor complejidad, mostrando que las cosas no son tan sencillas, y en cambio aquí, en un escenario lleno de sorpresas y con un gran trabajo con la materia y la pintura, va apareciendo el blanco. Queríamos que se sintiera inicialmente este mundo que se está rompiendo, y que se transformara para hablar de esperanza”. Mateu reconoce que suelen hacer “espectáculos más ligeros, este es más negro, como marca la escenografía inicial, pero es que tenemos cuarenta años y la realidad de lo que pasa en el mundo la vemos de otra manera. Y creemos que lo que podemos dar hoy es optimismo para que las cosas puedan cambiar, que la gente salga regenerada y con una nutrición que no es material pero sí palpable”.
“Queríamos que al inicio se sintiera este mundo que se rompe y transformarlo para hablar de esperanza”