Rivera ya piensa en un futuro ‘sorpasso’ a los populares
Ciudadanos llega a los 57 diputados pero mantiene el veto al pacto con el PSOE
Un exclamativo “¡Vamos! Ciudadanos” ha acompañado por toda España a Albert Rivera como eslogan de campaña en sus cuartas elecciones generales. Y algo tuvo de profético: los resultados el 28-A superaron todas las expectativas. Cs pasó con 57 diputados (32 obtuvo en 2016) y más de cuatro millones de votos (15,70%) a ser la tercera fuerza en el Congreso, superando a Podemos, y a colocarse a menos de un punto del Partido Popular, en su particular y encarnizada lucha por la hegemonía del espacio liberal conservador.
La posibilidad del soñado sorpasso ya no es una quimera (los naranjas son segunda fuerza en Madrid), y las europeas y las municipales están a la vuelta de la esquina. Ese es el objetivo ahora del partido liberal, lo que aleja cualquier intento de explorar un pacto con Sánchez por el que suspiran algunos sectores económicos y empresariales.
“Hoy hay una mala noticia, que es que Sánchez e Iglesias van a formar gobierno con los independentistas; pero hay otra buena, que hay un proyecto ganador, que hay un proyecto que sí tiene futuro, un proyecto que se ha erigido hoy en la casa común de los constitucionalistas”, proclamó Rivera entre gritos de “presidente” de los varios miles de simpatizantes que acudieron a la calle Alcalá.
Fue la noche más dulce en la sede central de Cs que se recuerda en unas generales, después de la sensación de gatillazo en el 2015 y el 2016. Sólo empañada por no desalojar a Pedro Sánchez de la Moncloa. Ese era, no lo olvidemos, su principal objetivo antes del 28-A. Pero el relato de las noches electorales queda marcado por las sensaciones y ayer Ciudadanos superó sus expectativas de los sondeos propios y ajenos. El voto oculto no fue verde (Vox) sino naranja y los gritos de euforia, el futbolístico “a por ellos” demostraba que su primera pugna, la primordial, está con los populares.
La campaña de Cs fue de más a menos. Empezó con un calco del guión andaluz. Si en las autonómicas que acabaron con tres décadas de hegemonía socialista Rivera dejó claro desde un principio que no pactaría con Susana Díaz, en la de las generales hizo lo mismo: un “no es no” Sánchez.
Este movimiento vino forzado por las alarmas ante la fuga de votos hacia Vox –algunos sondeos hablaron del 30%– y el gran número de votantes naranjas en 2016 que en esta ocasión estaban indecisos. Resultó el no a Sánchez crucial para su suerte en las urnas.
Autoexcluidos, pues, desde un principio de la campaña de pelear por el voto de centroizquierda, una fuente de la que Cs siempre había bebido desde sus orígenes, Rivera centró su estrategia en atacar a Sánchez por su política respecto al independentismo catalán y unos indultos que, repitió una y otra vez, ya estaría negociando con los líderes de ERC a cambio de su voto en la investidura. La idea de echar a Sánchez de la Moncloa, sin embargo, no cuajó.
El primer portavoz de Cs en hablar ayer por la noche, José Manuel Villegas, culpó al PP y a su batacazo de que no se pudiera sumar en las urnas una mayoría alternativa a los socialistas. Un argumento que utilizarán sin duda en las próximas semanas de cara a las municipales y europeas de mayo.
A las críticas a la izquierda durante la campaña electoral, Rivera le sumó a media campaña sus ataques al PP por los casos de “corrupción”, sus tradicionales pactos con el nacionalismo catalán –como el del Majestic de 1996 entre Jordi Pujol y José María Aznar– o la “inacción” de Mariano Rajoy con un proceso independentista que desembocó en el referéndum ilegal del 1-O y en la declaración unilateral de independencia del Parlament. Se presentó como la opción más fiable en el centro derecha con un mensaje reformista en lo económico -ayuda a autónomos, y alejado de las posiciones más conservadoras del PP, por ejemplo defendiendo blindar por ley el matrimonio homosexual y con medidas en contra de los delitos de odio.
Los ataques de Rivera a los conservadores aumentaron después de los debates de televisión, consideraros como un punto de inflexión de la campaña por el equipo naranja, y se explican por uno de los objetivos poselectorales del dirigente liberal: fagocitar al PP aprovechando el auge de Vox. Así se entiende el fichaje a última hora del expresidente de la Comunidad de Madrid con el PP Ángel Garrido (también el del expresidente de las baleares José Ramón Bauzá) y los mensajes en clave lanzados en los últimos mítines por Rivera e Inés Arrimadas de que quieren convertir a Cs en la “UCD del siglo XXI”.
Respecto a Vox, pocas menciones directas a ellos en la campaña, más allá de alertar de los peligros de los populistas de “izquierdas y de derechas” y su negativa a estar en un gobierno junto a Santiago Abascal y sus huestes . Intentaron ignorarlos para no darles visibilidad, sacarlos fuera de foco como en otras contiendas electorales el PP hizo con mucha efectividad con Ciudadanos. A Rivera la apuesta le salió bien.
VOTO OCULTO
Al final el voto oculto de los sondeos no fue verde (Vox) sino naranja
¿PACTO DE GOBIERNO? Los liberales mantendrán su rechazo a gobernar con Sánchez