Tras las bambalinas venezolanas
El día a día del antichavismo venezolano sugiere que se trata de una protesta popular encabezada por jóvenes políticos y estudiantes. Y si es cierto que al frente de las protestas hay una guardia joven y que las masas están hartas de las penurias ocasionadas por el régimen, en realidad se trata de una oposición extraparlamentaria nada joven: sus raíces datan del 2005 y están en Serbia.
Más concretamente, los actuales quebraderos de cabeza del presidente Maduro nacieron en octubre del 2005 en Belgrado, cuando cinco jóvenes
estudiantes venezolanos concluyeron sus estudios en el Canvas (Center for Applied Non Violent Action and Strategy). Esta entidad es la consecuencia político-intelectual del movimiento estudiantil anti-Milosevic (Optor) de la extinta Yugoslavia. Las experiencias acumuladas en aquellos sucesos han desembocado en toda una ciencia de la revolución pacífica contra los regímenes autoritarios y ha sido aprovechada – gracias a Canvas– por los dirigentes de las protestas de Egipto (2011), Georgia y Ucrania.
La eficiencia de este apoyo metodológico –aparte del más activo que presta EE.UU. a los antichavistas– se ve, por ejemplo, en que ahora y a diferencia del frustrado golpe contra Hugo Chávez del 2007, los protestatarios disponen de un plan de acción con muchas alternativas para los intentos fallidos y una cohesión activistas de las que carecieron sus predecesores.
Pero, y aparte del apoyo de Washington, lo que sí tienen en común los hombres de Juan Guaidó (quien no estuvo nunca en Serbia) con los del frustrado ataque a Chávez es un exceso de optimismo. Tanto los unos como los otros creyeron que en cuanto le apretaran las tuercas al presidente Maduro, el ejército se pasaría a su bando.
Todo indica que ese repetido error de cálculo se debe a que los antichavistas no han calibrado
La actual oposición al chavismo tiene su germen en el 2005 con el activismo serbio anti-Milosevic
debidamente dos factores. Uno, el de menor importancia, es la convicción de los altos mandos militares de que con ningún otro sistema político gozarán de tantos beneficios y privilegios cómo con el actual. Y el otro error de cálculo –y este sí que es decisivo – ha sido no darse cuenta de la tremenda eficiencia del servicio secreto cubano, que tiene perfectamente controlado todo el sistema de seguridad –desde el policial y militar hasta el administrativo– del Estado venezolano. Y esto es muy sorprendente, porque no fue nunca un secreto la proximidad de Chávez al comunismo ni la importancia de la ayuda técnica que el partido del fallecido presidente venezolano recibió y está recibiendo de La Habana.