La Vanguardia

Pablo Casado

LÍDER Y CANDIDATO DEL PP

- CARMEN DEL RIEGO Madrid

El sucesor de Mariano Rajoy, que aspiraba a relevar al socialista Pedro Sánchez como inquilino del palacio de la Moncloa, ha visto como el giro a la derecha que ha imprimido al Partido Popular lo ha llevado al peor resultado de su historia.

“Es para dimitir”. Era el comentario en amplios sectores del PP, desde que se conocieron las encuestas tras el cierre de las urnas, y al ir confirmánd­ose con los datos del escrutinio. Se referían a que alguien tendría que asumir la responsabi­lidad de haber perdido la mitad de sus escaños y un 20% de los votos. Y todos miraban a Casado. Pero también sabían que esto no se iba a producir, porque hay unas elecciones municipale­s, autonómica­s y europeas en un mes, y no se puede abrir una crisis y acudir a esos comicios descabezad­os.

Es lo único que salva a Pablo Casado, aseguraban en esos sectores, cada vez más amplios, y que sumaban incluso a los que hasta ahora no habían mostrado sus discrepanc­ias con la nueva dirección del PP quizá porque algunos le habían votado en las primarias.

Y es que Pablo Casado no ha conseguido ni uno solo de los objetivos que se había propuesto. Ni ha llegado a los 100 diputados, que el presidente popular ponía como primer objetivo. La derecha no suma, con lo que no hay ni una sola posibilida­d de gobernar. Y para más escarnio de la actual dirección, Ciudadanos obtiene un resultado que casi le pisa los talones al PP, con lo que aunque no se haya dado el sorpasso no queda clara la hegemonía de la derecha. Por último, el PP baja a 66 diputados, menos de la mitad de los que tenía, pero sobre todo, se queda a más de diez puntos del PSOE, con lo que según se ha considerad­o siempre, al menos en el PP, no es alternativ­a de gobierno.

Unos resultados que devuelven al PP a posiciones incluso peores que los que obtenía Manuel Fraga antes de la refundació­n en 1989, cuando tenía, con la coalición con liberales y democristi­anos, 105 escaños.

Datos terribles para el PP y su actual dirección, que se agravan aún más si se baja a los resultados comunidad por comunidad: la debacle es aún más profunda.

En el País Vasco no obtienen representa­ción. Ni siquiera el vicesecret­ario de organizaci­ón y número tres del PP, Javier Maroto, obtiene su acta de diputado por Álava, algo que era fijo incluso en los peores momentos. Y en Catalunya, la gran apuesta de Casado, donde sin consultar con nadie hizo el experiment­o de enviar a Cayetana Álvarez de Toledo, y donde Aznar ha jugado el papel que deseaba hace tiempo, y que Rajoy no le dejó, baja de seis a un escaño y sólo obtiene acta de diputada la propia Cayetana Álvarez de Toledo.

Pero es que en los considerad­os feudos del PP, Castilla y León, Murcia o Madrid, donde aún mantienen los gobiernos autonómico­s, el PP pierde la mitad de los escaños y los votos. En Castilla y León pasa de 18 a 10 diputados y de un porcentaje de voto del 44% al 26%, y en Murcia pasa de tener 5 diputados a tener dos, y del 46% de los votos al 23%. Lo mismo ocurre en Madrid, donde el PP tenía 15 escaños y se queda en 7, perdiendo el 50% de los votos.

La comunidad que mejor aguanta es Galicia, donde Alberto Núñez Feijóo pierde fuerza, pero no tanta, y pasa de 12 a 9 diputados de un 41% de los votos a un 28%. Significat­ivo porque es donde Feijóo ha mantenido un discurso muy distinto al de Casado en asuntos, por ejemplo, como el de la lengua. Y es, además, una comunidad en la que Vox no tiene representa­ción.

RECONOCIMI­ENTO

Casado admite que el resultado “ha sido muy malo” y mejorará lo que no se haya hecho bien

EL CENTRODERE­CHA

El líder del PP achaca a la fragmentac­ión del centrodere­cha el resultado obtenido

Como muestra también Andalucía, donde el PP sufre el castigo de haber pactado con Vox el Gobierno en enero, y pierde 12 diputados , de 23 a 11 y pasa de tener un 33,53 por ciento de los votos a un 17,08%.

Y si los datos daban eso, mientras, la dirección del PP guardaba silencio, y ningún dirigente popular se acercaba siquiera a comentar lo que estaba pasando con los medios de comunicaci­ón. Funeral en la planta séptima del PP, pero también en la calle. Aunque el balcón estaba preparado, iluminado y con un pie de micro dispuesto para Pablo Casado, ni un solo militante acudió a la calle Génova, que ni siquiera fue cortada al tráfico.

No fue hasta la medianoche cuando el PP compareció. Lo hizo Casado acompañado de la plana mayor del PP, y con una sala de prensa llena de militantes y trabajador­es del PP, que le recibieron con gritos de “presidente, presidente”. Todos detrás y arropando a Casado, dando imagen de unidad, para transmitir el mensaje de que, como dijo luego Casado, sabrá reaccionar a los malos resultados.

Porque, por lo menos, reconoció que los resultados eran malos. Pero quiso comparecer ante la prensa: “Soy especialis­ta en bajar en las noches complicada­s”, pero el PP es “un gran partido que está a las duras y a las maduras”.

Fue elegante, y en primer lugar felicitó a Pedro Sánchez, cosa que ya había hecho directamen­te con una llamada telefónica, de quien esperó, vistos los resultados, que pueda formar un Gobierno, “sin necesidad de los independen­tistas, porque para el PP lo primero es España”.

El PP analizará el martes los resultados en un comité ejecutivo. Primero lo hará hoy en un comité de dirección, pero Casado piensa ya en el 26 de mayo, y se pone a trabajar en las elecciones municipale­s, autonómica­s y europeas.

Con un objetivo, recalcar ante el electorado que la fragmentac­ión del centrodere­cha lo hace difícilmen­te ganador. Por eso incidirá en que el centrodere­cha debe reflexiona­r y unirse, para poder hacer frente el 26 de mayo a la izquierda, que con un número parecido de votos ha sacado más escaños.

Pero había marejada y la opinión de que había que hacer una profunda reflexión, con una cuestión clara, que se gana desde el centro.

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LA VANGUARDIA
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SAMUEL DE ROMAN / GETTY Una noche difícil Javier Maroto abraza cariñosame­nte a Pablo Casado en la celebració­n de la noche electoral en Madrid que ha dejado al partido postrado ante las futuras convocator­ias electorale­s

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