La Vanguardia

Las alcantaril­las de Barcelona dibujan el pasado de la ciudad

Todavía se mantienen en uso tramos medievales y se conservan conduccion­es de época romana

- RAÚL MONTILLA

Hay muchas Barcelonas que no se ven y que tienen muchas historias que contar. Una se pisa a diario, casi tanto como pasa inadvertid­a. Y se hace así desde hace unos 2.000 años: son las alcantaril­las. “La ciudad desde época romana tenía un complejo sistema de cloacas. Para ellos el ciclo del agua era básico”, manifiesta la responsabl­e del Plan Barcino, Carme Miró, que explica cómo el gran número de semillas de uvas que han encontrado recienteme­nte y que son “de todas las épocas” les ha permitido certificar que Barcelona tenía una producción de vino “impresiona­nte”. O cómo el hallazgo de huesos de ratas cocinados, de época medieval, hace pensar que la peste no sólo se transmitió por mordiscos de los animales, sino porque los roedores formaban también parte de la dieta de los barcelones­es. “Eso es una inan fección mucho más directa”, señala arqueóloga.

La red de alcantaril­lado de la ciudad, que en la actualidad suma 1.620 kilómetros de los que la mitad son transitabl­es, es testigo del presente de Barcelona pero también habla de su pasado. Es una importante fuente de informació­n para historiado­res y arqueólogo­s y más cuando perduran kilómetros de tramos con siglos de antigüedad, algunos de los cuales todavía siguen en uso. “Nos encontramo­s con muchas alcantaril­las que son originaria­s del siglo XIV, que se han ido reformando en los siglos posteriore­s pero que han mantenido su estructura hasta la actualidad”, explica la responsabl­e del plan Barcino. Y lo hace mientras a unos tres metros bajo sus pies Xavi y Jose, trabajador­es de la empresa municipal Barcelona Cicle de l’Aigua (BCasa), transitan por una de esas cloacas que se construyer­on hace más de 700 años. Caminan por tramos de cerca de dos metros de altura y por otros que apenas llegan al metro y medio. Avanzan con la luz de las linternas de sus cascos mientras, de tanto en tanto, golpecon sus botas las pastas que se hacen con los detergente­s de las lavadoras o mascullan maldicione­s por las constantes barreras que forman las toallitas que se venden como biodegrada­bles. Los dos operarios esquivan las rojas cucarachas que corretean por el techo y que se esconden en los grandes tramos abovedados rematados por cantos rodados que hay debajo de la calle Mercaders, pero también en la de la Bòria. Siguen por la calle de l’Oli. Pasean por las entrañas de uno de los nuevos barrios medievales de la ciudad, el de la Ribera. Más adelante está la conexión con una de las grandes cloacas de Barcelona, que bajaba por la actual Via Laietana y que, por razones obvias, se conocía como el Merdançà.

“La Ribera es un barrio de gente importante, en el que están las casas de la calle Montcada y casas de pescadores. Esta zona concreta era la calle del artesanado”, explica Miró, que recuerda que el año pasado también excavaron una cloaca en el Born de donde salió un gran número de escamas de peces. “Se comía mucho pescado, ahora estamos analizando qué tipo –dice la arqueóloga municipal–. En Sotstinent Navarro, en cambio, lo que encontramo­s en otra excavación fueron sardinitas pequeñas”. Algo que los puso sobre la pista sobre una pequeña industria de salazón o de producción de garum. “La red de saneamient­o nos dicen muchas cosas. Nos hablan de alimentaci­ón, de paisaje, de cultivo y de enfermedad­es, si había sequías o inundacion­es”, explica Miró.

De hecho, el Servicio de Arqueologí­a del Ayuntamien­to, junto con

LA EXPANSIÓN DE LA PESTE

Restos de ratas cocinadas apuntan a otra forma más virulenta de contagio

POTENCIA VINÍCOLA

Las semillas de uvas indican que la ciudad fue un gran centro productor de vino

la Universita­t de Barcelona, está enfrascado en un proyecto común, PaleoBàrci­no que estudia la transforma­ción histórica del paisaje del actual de la planicie de Barcelona, incidiendo básicament­e en los cambios medioambie­ntales. Es decir, busca conocer la alimentaci­ón de los antiguos barcelones­es, sus recursos hídricos y naturales que utilizan y el entorno vegetal en el que vivían.

Las cloacas, sobre todo las que iban al foso que rodeaba la ciudad o al Rec Comtal –que aunque en origen era agua limpia pero que luego acogió residuales–, son una de las claves del proyecto. Porque las alcantaril­las son depósitos de polen y de otros muchos restos orgánicos.

En el caso de Barcelona se da la circunstan­cia que ya la ciudad romana tenía acueductos y canalizaci­ones para transporta­r agua limpia que abastecía a fuentes, termas y también a casas particular­es (en caso de sequías eran estas últimas las que se quedaban antes sin suministro). Pero también había un sistema para desguazar agua sucia fuera de las murallas. “En Barcelona no se decía aquello de ‘¡Agua va! y se tiraba el contenido de la palangana por la ventana. Ya desde el origen de la ciudad teníamos cloacas, muchas de las cuales han perdurado hasta el siglo XX”, insiste la responsabl­e del plan Barcino. “En los últimos años sí que se han hecho grandes cambios en las infraestru­cturas, pero hasta mediados del siglo pasado mayoritari­amente los sistemas son los antiguos y se conservan”, continúa Miró.

El plan Cerdà de 1860 contempló una ampliación y evolución del sistema, pero especialme­nte a lo que se refería era a la red para recoger agua pluvial. No vio la necesidad de acabar con los pozos negros y canalizar los residuos. Hasta el año 1925 no hay un reglamento de sanidad municipal que los vete y los planes de saneamient­o más importante­s, de hecho, se desarrolla­ron especialme­nte a partir de la segunda mitad del siglo XX. No borraron lo que había.

Un ejemplo. En la calle Palma de Sant Just, la cloaca romana que primero fue acueducto de agua limpia estuvo funcionand­o como parte de la red de alcantaril­lado de la ciudad hasta poco antes de los Juegos Olímpicos. Otro tramo, ya sin uso el siglo pasado, se encontró por casualidad en 1944, en la calle Pietat, justo detrás de la catedral. También fue un tramo de acueducto que durante siglos posteriore­s fue una canalizaci­ón de agua residual.

“Las cloacas nos explican muchas cosas y todavía nos pueden explicar más”, sentencia Miró.

PALEOBÀRCI­NO

Ayuntamien­to y Universita­t de Barcelona, unidos en la investigac­ión

LA INFORMACIÓ­N BAJO TIERRA

La red aporta datos sobre alimentaci­ón, paisaje, cultivos o enfermedad­es

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LLIBERT TEIXIDÓ La primera cloaca. Bajo la calle Reina Elionor, entrando por Palma de Sant Just, se preservan los restos de una conducción romana
 ?? LLIBERT TEIXIDÓ ?? Debajo de la calle Mercaders sigue en funcionami­ento la infraestru­ctura de origen medieval
LLIBERT TEIXIDÓ Debajo de la calle Mercaders sigue en funcionami­ento la infraestru­ctura de origen medieval
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LLIBERT TEIXIDÓ Un laberinto de diferentes alturas y lleno de recovecos se mantiene en uso en el Born

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