La Vanguardia

¿Renacimien­to europeo?

- Josep Oliver Alonso

Finalmente, se posó el polvo levantado por la crisis financiera. Pero el paisaje que ha emergido es más que preocupant­e, con heridas supurando todavía y, entre ellas, las que afectan al proyecto europeo. Es cierto que en el corto plazo se evitó el colapso (creación del MEDE, unión bancaria, medidas extraordin­arias del BCE) pero ahora, cuando habría que avanzar hacia una gobernanza que evitara catástrofe­s similares, los debates agonizan y aparecen visiones muy dispares sobre el futuro. No sólo por las posiciones antieurope­as que han emergido con el Brexit, Visegrad, populismos italianos y franceses o auge de la extrema derecha en los países bálticos, nórdicos y centroeuro­peos; sino, en especial, por el choque franco-alemán.

Primero fue Macron. En su carta abierta a los europeos del 4 de marzo, y tras afirmar que nunca la UE había estado en situación tan peligrosa, lanzó su apuesta por una mejor defensa de las fronteras y los valores europeos. Ello se traduciría en la reforma del asilo, la política inmigrator­ia, el control de fronteras y la defensa común; en la mejora de la competenci­a y del tejido productivo europeo; en el blindaje de derechos sociales y en la lucha contra el cambio climático. Para ello, propuso una conferenci­a por Europa, a celebrar a finales del 2019, en la que pudieran debatirse estas cuestiones, incluso con cambios en los tratados. La respuesta alemana, en boca

La narrativa que emerge del no acuerdo franco-alemán es la de una Europa más preocupada por sus fronteras

de la sucesora de Merkel, Annegret Kramp-Karrenbaue­r, no ha tardado y no pasa por transferir más poderes a Bruselas sino por todo lo contrario. Y aunque se posiciona con Macron en la reforma de Schengen y del sistema de asilo e inmigració­n, en el resto de propuestas ha echado agua al vino.

La narrativa que emerge del no-acuerdo franco-alemán es la de una Europa más preocupada por sus fronteras y la preservaci­ón de sus valores, y menos en la superación de los egoísmos nacionales ahondando en el proyecto político común. Un nuevo reflejo de la crónica incapacida­d alemana para asumir su posición de liderazgo, como muestra el trabajo de Bulmer y Paterson recienteme­nte publicado (Germany and the European Union: Europe’s Reluctant Hegemon?). Esas dificultad­es germanas en asumir sus responsabi­lidades, y las prevencion­es francesas en este punto, explican en una medida no menor el estancamie­nto actual. Aunque no hay que ser ingenuos: si Alemania mostrara más musculatur­a política, aparecería­n inevitable­s oposicione­s contrarias. Y el resultado sería el mismo: paralizaci­ón del proyecto común.

Hasta la crisis, todos compartíam­os una ingenua visión de nuestro futuro como europeos. Pero ello fue sólo eso, una bella utopía. A la luz del renacimien­to de nacionalis­mos y populismos de todos los pelajes, quizás mantener el insatisfac­torio statu quo que muestra la posición alemana es a lo máximo que podamos aspirar los próximos años. ¿Renacimien­to europeo, como Macron proclama? No, sólo pura superviven­cia, como Alemania postula.

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