La Vanguardia

Bloquear como política

Para quienes siguen a Puigdemont, el programa de las generales es bloquear la política española si el independen­tismo logra la llave de la gobernabil­idad. Pero también puede pasar que esa alianza ya no sea la prioritari­a para Pedro Sánchez.

- SIN PERMISO Lola García mdgarcia@lavanguard­ia.es

Desde que existe internet, la palabra bloquear es un comodín más de nuestro navegar por las redes. Bloqueas las cuentas que te resultan molestas o te bloquean cuando no soportan tus opiniones o tus impertinen­cias, que de todo hay. Clicas bloquear y sanseacabó. Debe ser el signo de estos tiempos, pero bloquear la política española es el eje del programa de buena parte de Junts per Catalunya o de quienes tienen a Carles Puigdemont como guía. Al menos hasta que el Gobierno ceda en algún grado al reconocimi­ento del derecho de autodeterm­inación.

Así se puso de manifiesto el pasado jueves en el consejo nacional del PDECat donde se evidenció la honda fractura que atenaza al partido. No es sólo cuestión de nombres y lealtades, que también, sino de decidir a qué irán los diputados independen­tistas al Congreso, aparte de reclamar un referéndum. Fue el parlamenta­rio Carles Campuzano, que probableme­nte quedará fuera de la lista, quien puso el debate sobre la mesa provocó que aflorara el término bloquear como una forma más de ejercer la política. Es decir, si las elecciones del 28 de abril arrojan un resultado que obligue a formar gobierno dependiend­o de JxCat, la respuesta será no.

Entre Puigdemont y Jordi Sànchez están configuran­do un espacio político que nada tiene que ver con la herencia convergent­e. El expresiden­t ha apartado al sector moderado de las listas y el exdirigent­e de la ANC avanza veloz en su salto del activismo a la política. Puigdemont intervino por videoconfe­rencia en el consejo nacional para alentar a los suyos a construir una fuerza política que se asemeje “a la gente”, alejada de los cuadros de los partidos, mientras que Sànchez aboga por una formación que aglutine al independen­tismo más allá de ideologías de derechas o izquierdas. Cuando se sitúa el objetivo de la secesión casi como única meta a perseguir, resulta consecuent­e la decisión de bloquear la gobernabil­idad española.

ERC se encuentra en una tesitura similar, aunque sólo sea porque la encarnizad­a competenci­a entre los dos partidos independen­tistas impide cualquier desmarque que pueda ser considerad­o una flaqueza. La pugna puede incluso personaliz­arse entre Puigdemont y Oriol Junqueras, que podrían llegar a enfrentars­e como candidatos por separado a las elecciones europeas. Los republican­os intentan ampliar su nómina de fichajes por la izquierda y seducen también a personas del antiguo espectro convergent­e, como el economista Miquel Puig. A su vez, Puigdemont trata de captar a todo aquel que esté en la órbita de ERC, como había intentado con Maria

Mercè Roca y otros. La rivalidad incluye situar en las listas de cuantos más dirigentes presos o en el extranjero, mejor.

Mientras Puigdemont y Junqueras mantienen esta implacable disputa, prosigue el juicio a los líderes del procés en el Tribunal Supremo. Son dos realidades paralelas, pero no ajenas entre sí. El desenlace de ambas es determinan­te para la política española. El independen­tismo afrontaba el juicio como el momento de gran movilizaci­ón. Las dos primeras semanas de vista proporcion­aron una inyección de moral a sus seguidores, que volvieron a ver y escuchar a sus líderes presos desde hacía más de un año. Sus alegatos en la sala revitaliza­ron unas expectativ­as que se han rebajado en las últimas jornadas, con las declaracio­nes de los mandos policiales. Es el efecto péndulo y el tribunal deberá dirimir en qué punto de su oscilación se queda. Pero el impacto del juicio en la opinión pública catalana, salvo alguna declaració­n más como la del ex mayor de los Mossos

Josep Lluís Trapero, parece amortizado. El próximo hito es la sentencia.

Cuando llegue, justo antes o después del verano, el independen­tismo deberá calibrar su respuesta. Y no hay consenso sobre cómo responder al fallo judicial. Si las generales y municipale­s van bien para ERC, apostarán por convocar las catalanas. Pero otros, como el president Quim Torra, abogan por provocar una situación similar a la de octubre del 2017, incluida la aplicación de un 155 que abone el “cuanto peor, mejor”. Para entonces, habrá que ver si se ha podido formar gobierno en España. Por eso, si la derecha no suma y Pedro

Sánchez intentara llegar de nuevo a la Moncloa, es posible que su primera opción no sea el independen­tismo. Bloquear en las redes sociales es un desahogo virtual, pero en la vida real es otra cosa.

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LV David Bonvehí, presidente del PDECat, y Artur Mas, expresiden­te de la Generalita­t, el viernes.
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