Andalucía, España, Europa
TRAS cerca de 37 años ininterrumpidos de gobierno socialista, Andalucía cuenta con un presidente del Partido Popular: Juan María Moreno Bonilla fue investido ayer para el cargo con los votos de Ciudadanos y de Vox. La segunda y última sesión del debate de investidura fue pródiga en declaraciones de los distintas líderes políticos. Francisco Serrano, de Vox, partido cuyos votos han sido decisivos para convertir a Moreno en presidente, aludió a una supuesta “dictadura ideológica de la izquierda totalitaria” que, en su opinión, habría imperado en Andalucía hasta la fecha. Juan Marín, nuevo vicepresidente de la Junta por Ciudadanos, la otra fuerza decisiva para que Moreno sea presidente, mantuvo un perfil más discreto y señaló que era hora de centrarse en formar gobierno (cuya composición se conocerá probablemente la próxima semana). Y Susana Díaz, expresidenta de la Junta y nueva jefa de la oposición andaluza, le afeó a Moreno sus relaciones con Vox mediante estas palabras: “Usted llega a la presidencia de la Junta con los herederos del franquismo”.
La carta de naturaleza que ha adquirido Vox en las elecciones andaluzas, pese a ser la última fuerza del Parlamento, con doce de los 109 escaños, es la noticia más relevante que nos han deparado estos comicios. Es cierto que su ideario, con tintes xenófobos y machistas, resulta preocupante por lo que tiene de invitación a desandar un largo camino hacia mayores libertades civiles. Pero quizás no sea la acusación de franquistas, y menos aún pronunciada por quien acaba de perder un feudo socialista que parecía eterno, la que denota una percepción más atinada de la actual coyuntura política andaluza, ni de la española, ni de la europea.
Ciertamente, el fenómeno Vox desprende un aroma que a veces puede evocar al régimen anterior. Pero sería un error circunscribirlo a este marco. El que le corresponde ahora es el del auge de los populismos en Europa. Hemos visto ya fotos de Abascal, el líder de Vox, junto a Marine Le Pen, tomadas antes de las elecciones andaluzas. Esa sintonía permite inferir que Vox tiene también su modelo europeo, y que está más cerca del que cultivan los euroescépticos y quienes quieren acabar con el sueño de la Unión Europea que del de los defensores de sus principios fundacionales. En general, y también en este caso, es más aconsejable mirar hacia el futuro que hacia el pasado. Atención, pues, al laboratorio andaluz. De lo que ocurra allí en las próximas semanas y meses depende, claro, el futuro de esta comunidad. Pero, en alguna medida, dependerá también el de otras autonomías, el español y el europeo.