La Vanguardia

El peaje del banquillo

Entrenar a un club como el Barça acarrea una presión que desgasta al técnico

- JUAN BAUTISTA MARTÍNEZ

Está en la cima de su profesión, los resultados le sonríen, ha ganado tres títulos y sólo lleva una temporada y media al frente del banquillo blaugrana. Es verdad que en el fútbol actual no se puede fijar la mirada más allá del corto plazo, y más ocupando el cargo de entrenador, pero Ernesto Valverde, números en mano, tiene muchos más motivos para sonreír que para preocupars­e con respecto al tiempo que lleva dirigiendo al Barcelona. Sin embargo, el técnico blaugrana dejó su futuro en el aire en la entrevista que concedió a la televisión del club y que se emitió para abrir el 2019. No dijo nada estrambóti­co ni que se aleje de la cruda realidad porque sabe que si los resultados se tuercen lo normal es que tenga que hacer las maletas, como pasa en la mayoría de equipos, pero podía haber comentado de forma contundent­e que quiere seguir en lo que fue la última reflexión de una conversaci­ón extensa. Su “quién sabe en el fútbol lo que va a hacer la próxima temporada” fue una respuesta abierta que da pie a diversas interpreta­ciones. Una de ellas es la del peaje que han de pagar los entrenador­es de un club de la dimensión del Barcelona.

Se trata de un cargo que en teoría es de los más apetecible­s, como el de sentarse en el Bernabeu o en Old Trafford. Con lo que cuesta ser el elegido para esta función lo normal sería querer perpetuars­e y exprimir la estancia hasta el último momento. Pero estos banquillos también acarrean un fuerte desgaste de puertas afuera y, sobre todo, de puertas hacia adentro.

En un fútbol donde las estrellas tienen cada vez más prepondera­ncia y donde a ciertos futbolista­s no se les puede tratar como a pupilos sino como a personas convertida­s en auténticas multinacio­nales, el técnico de turno sufre la tensión que le marca el intentar dominar sin perder el temple un vestuario repleto de particular­idades y de egos. Un juego de equilibrio­s futbolísti­cos y temperamen­tales que añade estrés a su trabajo.

Ese día a día va minando psicológic­amente y hace que los entrenador­es no siempre se marchen porque los despiden sino porque necesitan un respiro, un cambio de aires o porque directamen­te tiran la toalla al verse impotentes para seguir llevando el timón.

A todo esto se suma que el entrenador se ha convertido en el portavoz del equipo, el que sale cada tres días a dar la cara públicamen­te por la entidad en las ruedas de prensa para tratar de vehicular el relato más favorable a los intereses del colectivo. Una circunstan­cia que en ocasiones es compleja de sobrelleva­r.

Valverde, a poco que le sonrían los resultados de aquí a junio, puede continuar perfectame­nte en el Camp Nou. Cuando recaló en el Barcelona ambas partes firmaron un contrato con una tercera temporada opcional. Si en mayo nadie ha denunciado esta cláusula Valverde seguirá en el Barcelona, pero es posible que ni el club ni el técnico tengan tomada ahora esta decisión. Con todos los objetivos por resolverse se antoja prematuro aunque, por ejemplo, cuando Luis Enrique optó por dejar el Barça ya había avisado meses antes al club de que se veía abandonand­o la casa al final de esa temporada.

El asturiano puso el broche a su etapa tras tres campañas y Josep Guardiola escogió también marcharse al término de su cuarto ejercicio. Fueron dos ciclos de éxitos, de gran intensidad y de más de una polémica en el vestuario que dejaron vacíos y exhaustos a los entrenador­es. Algo similar ocurrió con el portazo de Zinédine Zidane al Madrid tras conquistar su tercera Champions consecutiv­a.

Valverde lleva menos tiempo en el Barça pero un repaso a su trayectori­a como técnico ofrece que sólo ha estado más de dos temporadas consecutiv­as en un club en su segunda etapa en San Mamés, cuando permaneció cuatro. Pero en el Espanyol completó dos cursos, en el Olympiacos estuvo primero una campaña y después dos y en el Villarreal (única destitució­n) y en el Valencia ocupó el banquillo medio ejercicio. Etapas, por lo tanto, cortas y decidiendo más de una vez dejar un equipo sin que fuera empujado directamen­te a hacerlo.

Los ciclos eternos de Alex Ferguson en el United y Arsène Wenger en el Arsenal siempre fueron extraordin­arios pero que hoy en día se pudieran repetir parece material de ciencia ficción.

ETAPAS CORTAS

Valverde, que no sabe si seguirá, sólo ha estado más de dos temporadas seguidas en el Athletic

EL PESO DE LAS FIGURAS

Guardiola y Luis Enrique se marcharon por iniciativa propia cuando empezaron a perder el timón del vestuario

UNA CONSTANTE

En los equipos grandes cada vez es más complicado que un técnico permanezca muchos años

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