La Vanguardia

“Me quedé dormida y así desperté”

Judith Rodríguez, esgrimista internacio­nal, reenfoca su vida tras la amputación parcial de la pierna derecha

- SERGIO HEREDIA Nietzsche

La esperanza es un estimulant­e vital muy superior a la suerte El Opel duerme ahí fuera, junto a la casa. En ocasiones, Judith Rodríguez (23) sale a echarle un vistazo. Comprueba que no se lo hayan rayado.

Otras veces va más allá. Abre la puerta y se sienta al volante. Pone música, se relaja mientras contempla el cielo de Vigo.

Se hace preguntas, se dice: –¿Volveré a conducirlo? Judith Rodríguez tiene sueños, más preguntas: –¿Volveré a la esgrima?

(...)

Todo se torció el 10 de junio. Manuel, el padre de Judith, grabó la fecha.

–Nadal jugaba la final de Roland Garros –cuenta Manuel.

Pasaron más cosas en ese día. Judith Rodríguez y sus compañeras del Club Esgrima Vigo El Olivo se habían proclamado subcampeon­as de España por equipos en Boadilla del Monte.

Y también pasó el accidente. Manuel iba al volante. Judith, dormida, de copiloto. Otra muchacha del equipo, detrás. Media tarde. Volvían de Boadilla, rumbo a Vigo. El coche se salió, volcó. Recorrió cien metros cabeza abajo.

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Judith se llevó la peor parte. Se había seccionado la pierna derecha, justo por debajo de la rodilla. Tenía otro corte tremendo en el brazo, del antebrazo al hombro.

–Me había quedado dormida, y así desperté –dice.

Manuel conserva la imagen, cómo olvidarla. Entre los hierros, vio a su hija sujetándos­e la pierna, valiente. Llegaron dos policías de paisano y le aplicaron un torniquete. Salvaron su vida: sin ellos, la muchacha se hubiera desangrado. Luego llegó la ambulancia y luego, una hora más tarde, el helicópter­o. La sedaron, y al hospital.

–Mientras esperábamo­s el helicópter­o, llegó mi entrenador, que viajaba un cuarto de hora por detrás. Le dije: “Quiero hacer esgrima, Manolo”. Y él me contestaba: “No pienses en eso ahora” –dice Judith Rodríguez.

Hubo montones de cirugías en el codo. No pudieron evitar la amputación parcial de la pierna. Aún faltan unas operacione­s más.

Nos hemos sentado en la casa familiar, en Vigo. Judith Rodríguez se mueve en silla de ruedas. Se le ve ágil, segura en sus maniobras. Este es un paso intermedio. Detrás viene la prótesis de la pierna, un proceso caro y largo en el que le está asistiendo su abogado, Javier Leiva. La prótesis se la hará Joan Vélez, ortopeda de prestigio en Sant Just Desvern.

A la carrera, la muchacha come arroz con pollo. Se ha retrasado en su sesión diaria de rehabilita­ción y la esperan en la Casa de la Cultura. Abel Caballero, el alcalde, le concede una subvención de 1.000 euros, un reconocimi­ento a la excelencia deportiva en este 2018: Judith Rodríguez ganó cinco Campeonato­s de España. Y fue internacio­nal en un montón de ocasiones, tantas que no las recuerda.

–No te entretenga­s, Judith, que tenemos que irnos –insiste Manuel, su padre.

Judith Rodríguez sonríe mucho, de forma generosa, como en la foto que le tomaron en la víspera, en la playa de Samil.

–Tal vez sonría, pero a veces... –¿Qué ocurre?

–De todo, lo peor es la esgrima. No he ido a ver ninguna competició­n. Ni a la sala del club. Los compañeros me pinchan y yo les hago caso. Les digo que iré a verles, pero al final me echo atrás. –¿Qué va a hacer?

–Aún no sé hacia dónde va mi vida. ¿Podré hacer esgrima? –¿Podrá...?

–Existe la esgrima adaptada. Pero tiene que ser en silla de ruedas, y a mí no me gusta. Tal vez podría probar en otro deporte. Cuando tuve el accidente, Desirée Vila vino a verme. ¿sabe quién es Desirée Vila?

Desirée Vila fue una excelente especialis­ta en la gimnasia acrobática. Tenía 16 años y ya acudía a los Mundiales. En el 2015, en un salto mortal, se rompió la tibia y el peroné. Hubo una negligenci­a médica y tuvieron que amputarle la pierna por encima de la rodilla. Escribió un libro contando su historia: Lo único incurable son las ganas de vivir. Ahora es atleta paralímpic­a. Se ve en los Juegos de Tokio, en el 2020.

–Desirée Vila me dijo: “¿No quieres correr?”. Yo le dije que odio correr. Me contestó: “Yo también lo odiaba”. Así que... –¿Atletismo?

–A muchos amputados les encanta correr cuando llevan mucho tiempo sin hacerlo.

–¿Y mientras tanto?

–En enero acabo la carrera de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte. Me falta una asignatura: debía haberme examinado en junio, pero el accidente...

–¿Y qué hará?

–Tal vez, entrenar a muchachos, como a mi hermano Piero.

Piero (7), el pequeño de la familia, anda por la casa, yendo y viniendo. Son muchos hermanos, cinco en total.

Ahora Noelia entra en la casa. Es una amiga íntima de Judith. –¿Nos vamos? –vocea. Un vistazo al reloj. Nos vamos. Apresurado­s, subimos al Opel, rumbo al homenaje.

De reojo, Judith va mirando a su amiga.

–¡Conduce con cuidado! ¡No me rayes el Opel! –le dice entre risas.

Cuando llegamos a la Casa de la Cultura, salen tantos a abrazarla que la pierdo de vista.

LA PROMESA

Judith Rodríguez figuraba como una de las mejores esgrimista­s del país, con cinco títulos nacionales

EL ACCIDENTE

El coche se salió de la vía; al volcar, la esgrimista se llevó la peor parte: se había seccionado la pierna

EL FUTURO

“En enero acabaré la carrera de INEF; luego, tal vez entrene a esgrimista­s, como a mi hermano Piero”

LAS DUDAS

“Por ahora no he ido a ver competicio­nes ni al club. Los compañeros me pinchan, pero al final me echo atrás”

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RICARDO GROBAS Judith Rodríguez posa en la playa de Samil, en Vigo, la semana pasada

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