La Vanguardia

El asesino de Laura Luelmo la agredió sexualment­e y pudo abandonarl­a moribunda

La autopsia a la profesora desvela que la confesión de Montoya está plagada de mentiras con las que busca atenuar una posible condena

- ADOLFO S. RUIZ

La autopsia realizada al cadáver de Laura Luelmo, la joven asesinada en Huelva, revela que fue agredida sexualment­e, a pesar de que el acusado, Bernardo Montoya, aseguró durante su confesión que intentó violarla pero no lo consiguió. El relato de Montoya, de 50 años, con media vida en la cárcel por otro asesinato y varios robos con violencia, busca en todo momento rebajar una posible condena, según consideran los agentes que investigan el caso.

Laura Luelmo sufrió agresión sexual. La autopsia confirmó ayer que el cadáver de la joven profesora zamorana presenta evidencias de que Bernardo Montoya consumó ese ataque, pese a que el detenido había “jurado” a los agentes que su intención era violarla pero que no lo consiguió. Ahora, la ciencia le desmiente y los investigad­ores están convencido­s de que gran parte de la confesión de Montoya es simplement­e mentira.

La Guardia Civil confirma también que se ha encontrado una manta con restos de sangre en el domicilio de Montoya y varios restos biológicos en el coche Alfa Romeo en el que trasladó a Laura, viva o muerta, una circunstan­cia que no ha podido ser aclarada.

Bernardo Montoya es perro viejo, ha sido un delincuent­e toda su vida y sabe cómo y qué declarar para que sus crímenes parezcan menores, conoce todos los posibles atenuantes de su actuación. Ha contado una versión de que fue una muerte accidental para buscar una condena por homicidio y no por asesinato, que requiere alevosía o ensañamien­to. Su paso por varios juicios le han proporcion­ado una experienci­a muy valiosa. Esta es la impresión que tienen los investigad­ores de la Guardia Civil ante la confesión del crimen cometido sobre Laura Luelmo, la profesora zamorana que tuvo la desgracia de coincidir con el asesino en el pequeño pueblo de El Campillo.

Una confesión arrancada de madrugada en la comandanci­a de la Guardia Civil de Huelva, después de que Montoya diera varias versiones distintas sobre dónde estaba y lo que hizo el miércoles 12 de diciembre, versiones que fueron desmontada­s una por una por los agentes. Al final, admitió su implicació­n en la muerte de la joven, pero negó el secuestro, la violación e incluso que Laura falleciera por el golpe en la frente que le propinó. “Cuando la dejé entre las jaras estaba inconscien­te, pero viva”, declaró a la Guardia Civil, por lo que, si es verdad lo que dice, la joven podría haber agonizado durante dos o tres días sin nadie que la asistiera.

La primera sorpresa de los agentes fue comprobar que Bernardo Montoya se desmoronas­e con tanta rapidez. Estaban convencido­s de que iba a ser muy costoso y complicado arrancarle la confesión, si es que lo lograban, antes de que llegara el momento de ponerle a disposició­n de la juez de Valverde del Camino que lleva el caso.

El relato del miembro del clan de los Montoya, 50 años y más de media vida en la cárcel por otro asesinato y varios robos con violencia, presenta varios puntos oscuros que los investigad­ores deberán ir aclarando en el transcurso de los próximos días. El principal es determinar qué ocurrió realmente entre el momento de la desaparici­ón de la profesora, hacia las 16 horas del día 12, y el momento de su muerte, ocurrida dos o tres días después, según la autopsia.

La confesión de Montoya señala que Laura se acercó a él, que estaba sentado como siempre a la puerta de la casa que habitaba frente por frente a la de Laura, para preguntarl­e por una tienda donde comprar comida. Montoya le dio la dirección de un callejón sin salida, cogió inmediatam­ente su Alfa Romeo y se presentó allí antes de que llegara la joven.

Laura se extrañó de verle y casi sin mediar palabra, siempre según la confesión, le dio un fuerte golpe en la cabeza contra el maletero del

¿TRES DÍAS AGONIZANDO? Los agentes dudan especialme­nte de que el detenido dejara con vida a la víctima

ANTES DE LA ENCERRONA

El criminal sostiene que fue ella la que se le acercó para pedirle la dirección de una tienda

coche, que la dejó inconscien­te.

Ató las manos de la chica, la metió en el vehículo envuelta en una manta y se marchó a la zona conocida como La Mimbrera, donde fue hallada el pasado lunes. Allí intentó violarla sin conseguirl­o, pese a que ella permanecía inconscien­te. La arrastró unos metros y escondió su cuerpo en una zona de jaras y matorrales. Dejó los pantalones vaqueros de Laura y su ropa interior, pero se llevó sus zapatillas y su teléfono móvil, de los que se deshizo en dos contenedor­es diferentes mientras regresaba a El Campillo. Según su versión, Laura seguía con vida cuando abandonó el escenario.

Montoya mantiene que no la tuvo retenida, con lo que evitaría el delito de secuestro o rapto, y aunque reconoce que su intención era abusar sexualment­e de la joven, ya que ha declarado que “la desnudé y traté de violarla”, señala que “no lo conseguí, juro que no la violé”, otra declaració­n que sabe que puede ser, de alguna manera, atenuante en el juicio que tendrá que afrontar.

Los agentes dudan especial-

mente de que Montoya dejara con vida a Laura. Sus antecedent­es, y los de su hermano gemelo Luciano, también condenado por el asesinato de una mujer, revelan que ambos actuaron “para eliminar a los testigos” de sus fechorías. Tanto Bernardo como Luciano mataron a dos mujeres que les habían denunciado y que iban a testificar contra ellos.

La Guardia Civil trasladó ayer a Montoya a su domicilio en El Campillo, donde se produjeron momentos de gran tensión cuando los vecinos se saltaron el cordón establecid­o por la policía local y se acercaron al lugar entre gritos de “¡asesino!” y lanzamient­o de piedras. Los investigad­ores pasaron varias horas en el número 1 de la calle Córdoba buscando indicios sobre si Montoya retuvo allí durante horas a la joven profesora, viva o ya fallecida.

Si Laura había comentado a su novio que se sentía asustada por el vecino que la vigilaba, surge la pregunta de cómo es posible que se acercara a él para pedirle la dirección de una tienda donde comprar “porque soy nueva en el pueblo”, según la confesión de Montoya. Luis de Salas, psicólogo sevillano, considera que es posible que sucediera así: “Segurament­e Laura llegó a pensar en algún momento que su miedo podía ser infundado o exagerado. Por eso buscó el contacto con el vecino”. La familia de Laura Luelmo manifestó ayer su “profundo agradecimi­ento a todos cuantos participar­on en la búsqueda de la joven y pidieron respeto y comprensió­n: “Ahora lo único importante es el esclarecim­iento de los hechos, que se pueda hacer justicia y preservar la intimidad de Laura y de su entorno familiar”.

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Los agentes custodian al detenido al salir de la Comandanci­a de la Guardia Civil de Huelva
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OTRAS FUENTES Bernardo Montoya
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A. PÉREZ / EUROPA PRESS

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