Comedia con tradición
Pese a los muchos lechos transitados (Amo tu cama rica, El otro lado de la cama, Los 2 lados de la cama), Emilio Martínez-Lázaro sigue estando muy despierto a sus 73 años de edad y tras casi cincuenta de carrera ininterrumpida, como demuestra su capacidad para marcar goles en taquilla del calibre del de Dembélé: Ocho apellidos vascos cuatro años atrás, sin ir más lejos.
En Miamor perdido vuelve a contar con Dani Rovira como protagonista, sin duda intentando añadir otro punto en su marcador con otra comedia de temática diferente aunque levantada sobre el mismo y tradicionalísimo patrón: el clásico chico encuentra chica, chico pierde chica, chico recupera chica.
Todo, en efecto, rezuma tradición. El encuentro entre el chico y la chica se produce accidentalmente: él la arrolla con la bicicleta y ambos caen al suelo, uno encima del otro, como Roberto Benigni y Nicoletta Braschi en La vida es bella. Entre ellos jugará un papel esencial un precioso gato rubio muy parecido al que sembraba felicidad entre Audrey Hepburn y George Peppard en
Desayuno con diamantes, y cuyo curioso nombre, Miamor, tiene el honor de constar en el título de la película.
Otro detalle efectivo, que pone en marcha el enredo central, es su contrastado ideal de los escenarios, al que ambos se dedican profesionalmente: la stand-up comedy (Rovira, por supuesto) y el teatro de vanguardia (ella, Michelle Jenner). El clímax es precisamente una función ante el público donde inesperadamente la pareja protagoniza algo parecido a
La guerra de los Rose, sólo que sin la mala leche que sobre Michael Douglas y Kathleen Turner vertió el ácido Danny DeVito. Este es el talón de Aquiles de Miamor perdido: le falta mordacidad, fiereza al relato. O algo de la locura de la
screwball comedy clásica, que tímidamente despunta sin acabar de manifestarse por mucho que Jenner se entregue a una composición dinámica y efervescente, si no en el radio de acción de una Carole Lombard, sí por lo menos en la esfera de Goldie Hawn.