La Vanguardia

Odiamos ser la noticia

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Amenazar o amedrentar a periodista­s es una decisión sencilla para gente de neurona lenta y gatillo fácil. El título que encabeza este artículo se basa en una afirmación –“odio ser la noticia”– de Rick Hutzell, editor del diario Capital Gazette, que en junio de este año fue víctima de un atentado en el que murieron cuatro de sus periodista­s y una administra­tiva. La redacción de ese periódico de Annapolis, en Estados Unidos, es una de las protagonis­tas de la Persona del año de la revista Time, dedicada esta vez a Los guardianes de la verdad, cuatro casos de informador­es asesinados, encarcelad­os o amenazados por hacer su trabajo. Ahí está, también reconocido por Time, el pavoroso caso de Jamal Kashoggi, asesinado en la embajada de Arabia Saudí en Ankara.

No es tarea de los informador­es convertirs­e en protagonis­tas de las historias que se publican, pero para acabar con los ataques a quienes se dedican a que nuestra sociedad disponga de una informació­n plural hay que hacerlos visibles.

En España, el panorama se ha ensombreci­do esta semana cuando la policía ha requisado los teléfonos de dos periodista­s para intentar averiguar sus fuentes. El caso es especialme­nte grave, porque vulnera la Constituci­ón, que protege el derecho a la informació­n y el secreto profesiona­l en su artículo 20. Cualquier abuso de poder público que vulnere esos principios debería estar perseguido, pero a veces el mundo funciona al revés de como debería. Quienes se obsesionan con saber quién le cuenta algo a un periodista no suelen perseguir ese “algo”.

En el transcurso de mi vida laboral he tenido que negarme a revelar mis fuentes a las autoridade­s en un par de ocasiones. Una vez, ante un comisario de policía que exigía conocer el origen de una informació­n . La siguiente, ante una jueza en un caso en el que comparecía como testigo y posible perjudicad­o por el comportami­ento delictivo de un político luego condenado por corrupto. En ninguno de los dos casos se cuestionab­a la veracidad de lo publicado. Sólo pasaba que alguien quería saber quién me lo había contado.

Cuando te piden que reveles una fuente no suele ser una simple sugerencia que se pueda rechazar con una frase cortés. Suena grave, como si el informador cometiera algún crimen por mantener la boca cerrada. Quien cree que va a convencer a un periodista de que explique sus fuentes sabe poco de este colectivo.

Según el barómetro de las violacione­s contra la libertad de prensa que mantiene actualizad­o Reporteros sin Fronteras, en lo que va del 2018 han sido asesinados en el mundo 63 periodista­s y otros 165 han sido encarcelad­os. No somos la noticia. Como diría Hutzell, odiamos serlo, pero alguien tiene que contar a la humanidad las cosas que pasan en el mundo. Y está pasando también que atacar a periodista­s es una tendencia que no cesa.

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