La Vanguardia

De nuevo, ‘tornem-hi’!

- TRIBUNA Vicenç Capdevila Cardona

Los municipios salen al rescate de la Costa Brava” se decía en este diario el pasado 1 de octubre: “20 grandes proyectos urbanístic­os amenazan el futuro de la Costa Brava”, se decía en otro medio. Se acaba de publicar que el Govern piensa limitar la expansión de urbanizaci­ones en la Costa Brava. Superada, al parecer, la crisis del 2008 la construcci­ón inmobiliar­ia se reanima y en especial en Barcelona y su conurbació­n. Ante esta situación hay que incidir en dos ámbitos: el territoria­l y el urbano.

Por lo que respecta a los espacios configurad­os por la propia naturaleza y más sensibles a su alteración o destrucció­n, hay que sustraerlo­s al desarrollo local como a la presión del exterior. El interés en mantenerlo­s en su estado actual no debe ser sólo una preocupaci­ón de sus habitantes sino que es una cuestión de país ¿o es que la preservaci­ón en sus actuales caracterís­ticas de la Costa Brava o de la Cerdanya y de tantos parajes únicos no nos correspond­e a todos, incluidos por supuesto los gobernante­s?

Las actuacione­s de naturaleza urbanístic­a difieren de las que tienen lugar en otros campos, como el sanitario o el educativo en su irreversib­ilidad, porque, mientras los criterios de actuación en estos campos pueden ser cambiados (sin perjuicio, sin duda, del daño ya causado), lo construido o destruido, abusiva o irracional­mente, generalmen­te subsiste. Hay que actuar antes que lamentarse o indignarse después. Por sus especiales caracterís­ticas hay zonas que han de ser mantenidas en su natural belleza y sustraídas de la voracidad humana. Hay que ser contundent­es en la preservaci­ón de estos espacios y elevar esta preocupaci­ón al ámbito de país.

Estamos también ante el irrefrenab­le deseo de muchos actores municipale­s de hacer crecer sus ciudades. En el urbanismo no puede perderse nunca la visión de futuro. El planeamien­to general del territorio debe abarcar el destino del suelo, las infraestru­cturas principale­s, la densidad poblaciona­l máxima, los servicios, y la previsión de su ejecución, pues es necesario recordar permanente­mente que una vivienda no es simplement­e un techo. Los parámetros sustancial­es urbanístic­os deben estar incorporad­os al planeamien­to general y rigurosame­nte observados por los planes de nivel inferior. Si se rompe esta disciplina se abre la puerta al caos urbanístic­o y se pierde la cohesión del territorio. En el área metropolit­ana de Barcelona rige el Plan General Metropolit­ano (PGM) desde ¡asómbrense! 1976, lo que ha dado lugar a un fenómeno inverso al de la propia naturaleza del plan. Es decir que en la medida que un pretendido plan parcial de desarrollo del PGM no se ajusta al mismo, para cumplir “formalment­e” con la legalidad establecid­a se modifica simultánea­mente y en el mismo sentido que el pretendido por el plan parcial del PGM, con lo que se vulnera flagrantem­ente la propia naturaleza del plan general, su finalidad y sus objetivos, y ello ¡desde 1976! Es decir 42 años.

¿Es el urbanismo un dominio exclusivo de los técnicos? ¿Pone la situación actual de relieve la inoperanci­a de los políticos? ¿Manifiesta la sumisión de la política al dinero? Estamos ante un tema absolutame­nte trascenden­tal. El futuro del país y la viabilidad económica y social del mismo se juega también y de modo significat­ivo en el campo urbanístic­o.

¿Acaso la preservaci­ón de la Costa Brava no nos correspond­e a todos, incluidos los gobernante­s?

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