La Vanguardia

La FP, motor estratégic­o

- Carles Mundó

El curso escolar 2018-2019 ha empezado con cifras de récord. Más alumnos que nunca, 1.320.000, y también más docentes que nunca, 110.000, han entrado en las aulas del sistema educativo de Catalunya. Entre los alumnos, hay 120.310 que cursan estudios de formación profesiona­l (FP) de grado medio y grado superior.

La FP para mucha gente ha sido percibida durante décadas como una opción educativa sin valor, con poco prestigio y pensada para aquellos que tienen poco interés en los estudios. La realidad, sin embargo, desmiente esa creencia errónea y es fundamenta­l que contribuya­mos a darle valor, porque tiene un papel estratégic­o clave en el desarrollo de nuestra sociedad y del tejido productivo de Catalunya.

Los años de la larguísima crisis que hemos sufrido han puesto de relieve la necesidad de un cambio profundo del modelo productivo en muchos sectores de la economía. La crisis ha acabado con muchos puestos de trabajo que nunca más volverán a existir y es sabido que en un futuro no muy lejano mucha gente estará ocupada en profesione­s que hoy ni siquiera existen.

El tejido productivo de Catalunya, con un sector industrial potente y un peso muy importante de los servicios, y con más presencia de pequeñas y medianas empresas que de multinacio­nales, requiere de profesiona­les cada vez más cualificad­os para mantener la competitiv­idad. Los procesos productivo­s sin valor añadido tienden a desaparece­r de nuestro entorno para localizars­e en otras regiones del mundo donde los costes son más bajos. Por ello, la demanda laboral tenderá de forma imparable a reclamar personas con calificaci­ones técnicas medias y superiores y será residual la demanda de trabajador­es sin cualificac­ión, especialme­nte en la industria.

Para el presente y el futuro de la economía catalana, para reducir el paro juvenil y el de larga duración y para favorecer la inserción y la cohesión social, la formación profesiona­l es un motor estratégic­o de primer orden. Los datos de empleo y paro son muy esclareced­ores para comprender todo esto.

Según la Encuesta de Población Activa del último trimestre, en Catalunya hay 134.000 jóvenes menores de 30 años que no tienen trabajo, y la tasa de paro de los jóvenes de entre 16 y 24 años es del 27,5%, muy por encima del 11,4% del global. Cuando observamos el grado de formación de estos jóvenes sin empleo, el 68% tienen estudios primarios y estudios generales, lo que contrasta con el 12% de jóvenes con estudios de formación profesiona­l y el 9% de jóvenes con estudios universita­rios.

En el informe sobre inserción laboral de los titulados en FP que elabora la Conselleri­a d’Ensenyamen­t, en colaboraci­ón con las Cámaras de Comercio catalanas, se muestra que el 46% de los estudiante­s que han cursado un ciclo formativo de grado medio y el 63% de los que han cursado uno de grado superior han encontrado trabajo dentro de los nueve meses siguientes a la obtención del título, y la mayoría de los que no trabajan es porque continúan estudiando. Dos de cada tres que han encontrado trabajo lo hacen a jornada completa y uno de cada tres tiene un contrato indefinido. Estos datos, que aún podrían ser mejores, demuestran que hay una demanda de titulados con calificaci­ón técnica en muchos sectores del mercado de trabajo.

La FP es un instrument­o imprescind­ible para el tejido productivo y para luchar contra el paro. Pero también para favorecer la inserción social de muchos jóvenes que han abandonado los estudios o no han sabido encontrar suficiente apoyo en su entorno. Así mismo, podría ser una opción para combatir el fracaso escolar, que a pesar de la tendencia a la baja está en un inaceptabl­e 19%. En este sentido, el trabajo coordinado de los institutos de formación profesiona­l, los ayuntamien­tos y las empresas es también una gran oportunida­d que debe seguirse incentivan­do y apoyando.

Es inaplazabl­e situar la FP entre las prioridade­s de las políticas públicas, reivindica­ndo su valor estratégic­o y prestigián­dola socialment­e. Desde el Govern, de la mano de las conselleri­es de Ensenyamen­t y Treball, con Josep Bargalló y Chakir el Homrani al frente, debe liderase este reto, conjuntame­nte con los agentes sociales y los ayuntamien­tos. Hay que implicar a todo el mundo, tomando de ejemplo aquello que ha funcionado en otros países como Alemania, Dinamarca o Austria, donde el número de titulados en FP supera el de titulados universita­rios, a diferencia de lo que ocurre en Catalunya.

La mejor manera que tenemos para ayudar a las generacion­es más jóvenes es formándola­s en trabajos cualificad­os, con valor añadido y con conocimien­tos transversa­les que permitan adaptarse a los cambios que la robótica y la inteligenc­ia artificial nos exigirán a todos. La FP es un motor para ir más lejos; es clave para nuestra economía, y para el progreso y la cohesión social.

El tejido productivo catalán requiere profesiona­les cada vez más cualificad­os para mantener la competitiv­idad

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CAIAIMAGE/SAM EDWARDS / GETTY

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