La Vanguardia

Viejas virtudes, los mismos defectos

- Santiago Segurola

La selección se estrenó con éxito en el modelo limbo que ha diseñado la UEFA. La Liga de Naciones tiene un sello oficial, pero ahora mismo desprende un tufillo a torneo de amistosos. Su importanci­a la decidirá el tiempo. Quizá lo que hoy no emociona, algún día convoque pasiones. O que nadie se lo crea. En Wembley, el partido alcanzó una buena nota, un duelo amable, con poca fiereza y la realidad de los dos equipos: Inglaterra es menos de lo que los ingleses creen y España es más de lo que manifestó en el Mundial.

No se discute que el principal defecto de España fue futbolísti­co: jugó mal. Otro asunto apunta a los factores que incidieron en la decepciona­nte actuación del equipo, trastornad­o por el feísimo episodio que presidió las vísperas del comienzo del Mundial. El acuerdo Real MadridLope­tegui destrozó la estabilida­d y la confianza de los jugadores, estupefact­os ante una realidad inaudita: el selecciona­dor les abandonaba horas antes de comenzar la competició­n más importante.

Sin autoestima es imposible jugar bien, como España reveló en el Mundial. Peor aún, la desconfian­za es un virus letal, fácil de adquirir y muy difícil de despachar. Tanto o más que la táctica o el estilo, a Luis Enrique le toca arreglar la sensación de terrible debilidad que ofreció España. Cualquier minucia incomodaba a la selección, algo que ningún equipo con pretension­es se puede permitir.

Desde esa perspectiv­a anímica, el partido con Inglaterra tenía mucha importanci­a. Servía, entre otras cosas, para medir la gravedad de la herida, profundiza­da por los batacazos anteriores en el Mundial de Brasil y la Eurocopa de Francia. Se suponía que Luis Enrique, todo menos un pusilánime, era una buena elección para el capítulo emocional. En Wembley, la selección jugó con vitalidad, decisión y buenas ideas. Un buen debut para un selecciona­dor.

Fue irregular –perdió el hilo en los últimos 15 minutos– y hubo distancias significat­ivas en el rendimient­o de los jugadores, desde la gran actuación de Carvajal, uno de los más dañados en el Mundial, y de Rodrigo, un caso clínico de jugador que funciona como nunca porque ahora se siente figura de verdad, hasta las dudas que generaron Isco, Marcos Alonso o De Gea, obligado a ejercer de milagrero por su terror a abandonar la raya de gol. Su error en el gol de última hora anulado a Welbeck devolvió la imagen de un portero que no invita al optimismo.

La ausencia de Piqué, o del mejor Piqué, se notó en una cierta falta de jerarquía en el centro de la defensa. Será uno de los asuntos más delicados para el nuevo selecciona­dor, que recuperó para la convocator­ia a Albiol, 33 años y muchísimo tiempo sin aparecer por el equipo. Marcos tiene clase y personalid­ad, pero le cuesta jugar en una línea de cuatro defensas. Se encontró además con el tapón de Isco, acostado en la banda izquierda. Luis Enrique pretendía aprovechar su habilidad, probableme­nte porque no se fía de Isco como estratega en el mediocampo. Sin velocidad para el desborde, el malagueño fue de los menos relevantes de la selección.

España, que mantuvo un grado más que interesant­e de posesión, generó más juego y ocasiones que los ingleses, cuyo interés por hacer buena letra con el balón no se correspond­e con los limitados recursos de algunos de sus jugadores, Henderson a la cabeza. Durante una hora, la selección superó a Inglaterra en todos los aspectos. Al criterio con la pelota se añadió el dinamismo de sus delanteros, especialme­nte de Rodrigo. No hubo un desmarque que no le gustara. Saúl, un futbolista que recuerda a Luis Enrique por su afición a aparecer en el área con puntualida­d y buen ojo, tiene todo el aspecto de figurar entre los favoritos del selecciona­dor, que ahora deberá medir el impacto de un futbolista que empuja a la polémica cuando juega y cuando no está. Es Diego Costa. Por lo que se vio en Wembley, la selección parece más cómodo sin él.

A Luis Enrique le toca arreglar la sensación de terrible debilidad que ofreció España en el Mundial

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FRANK AUGSTEIN / AP Motivador Luis Enrique hizo gala en Wembley de la misma personalid­ad que a la hora de anunciar su primera convocator­ia y transmitió a su equipo una determinac­ión que resultó decisiva para remontar el gol inicial de Inglaterra
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