Como en el dilema del prisionero

EL PNV pensaba que sería, de nuevo, el salvavidas de Rajoy tras aprobarle los presupuestos, pero a lo mejor ni siquiera podrá ayudarle a achicar agua de su paquebote. Los nacionalistas vascos se han convertido en un aliado táctico del PP, porque con ello han obtenido un botín nada despreciable y porque prefieren a los populares en el timón de España, puesto que Ciudadanos es contrario al concierto foral. El pragmatismo del PNV es casi tan interesado como interesante: a los beneficios que reporta para el País Vasco se une su imagen de partido instalado en la centralidad, lo que es percibido positivamente en Bruselas. A veces su discurso en Euskadi resulta rotundo, pero es sólo una manera de frenar que su organización se radicalice.

Rajoy se las prometía muy felices sabiendo que eran la tabla de salvación de la moción de censura de Pedro Sánchez, como lo habían sido de las cuentas del Estado para el 2018. El PP ha querido que el pleno del Congreso fuera antes que la aprobación de los presupuestos en el Senado, con amplia mayoría popular, para evitar cualquier tentación en el último momento de los vascos. Es decir, si cae el Gobierno, no habrá luz verde a las cuentas y el Ejecutivo de Euskadi no verá un euro.

Neutralizados los vascos, parecía que Pedro Sánchez quedaba a la deriva, pues Cs no quiere al líder socialista en la Moncloa, ni que sea unos meses, no fuera caso que se consolidara cuando las encuestas les son favorables. Podía ser incluso que el viernes se diera el caso que Sánchez saliera debilitado si no consigue sumar un número relevante de votos. Lo que nadie esperaba es que Podemos se planteara una segunda moción para convocar elecciones, con un candidato instrumental. A esa podría añadirse Cs y el PSOE no tendría más remedio que votarla, si no quiere ser responsable de que Rajoy continúe. El dilema del prisionero en estado puro. Lo que está claro es que las mociones no saldrán gratis. Esperemos a conocer el control de daños.