La Vanguardia

Cuéntalo, eduquemos

- Laura Freixas

Algo muy importante ha sucedido en estos días, algo que no tiene vuelta atrás: las mujeres hemos roto el silencio. No sólo saliendo a las calles a gritar contra la violencia machista salvaje, sino sacando a la luz las otras violencias cotidianas. El tío que te mete mano en el metro. El que te acorrala contra un coche en una calle oscura. Los que no aceptan un no, los que te siguen por la calle. El escritor que al ir a entrevista­rle, te recibe medio desnudo... “Cuéntalo”, pidió en Twitter Cristina Fallarás, y en pocos días, el hashtag acumulaba ya más de 250.000 historias. Yo misma puse tres. No me violaron ni me asesinaron, pero aprendí las prohibicio­nes que debería acatar en adelante si no quería terminar como la chica de Pamplona o las de Alcàsser: prohibido hacer autostop, prohibido hablar con desconocid­os, prohibido emborracha­rse, prohibido volver sola a casa de noche, prohibido viajar sola, prohibido pisar fuerte en la vida.

Por eso lo que ha prometido hacer el Gobierno, y que es lo único que este Gobierno sabe hacer: castigar, perseguir, endurecer las penas, no sirve absolutame­nte de nada. Porque el problema, señores del PP, no son cuatro monstruos a los que basta encerrar bajo siete llaves para que el resto vivamos tranquilos. El problema es algo que las feministas llevamos mucho tiempo diciendo sin que ustedes nos crean: las violacione­s, los asesinatos, son sólo la parte visible de un iceberg infinitame­nte más amplio. “No es un caso aislado, se llama patriarcad­o”. Y eso no se resuelve reprimiend­o, sino educando en igualdad. Contando otros cuentos infantiles, inventando otros juguetes, otras películas, otros relatos mediáticos: que no sea todo rosa y azul, campeón y chicas monas, piratas y princesas. Reintroduc­iendo Educación para la Ciudadanía, u otra asignatura que enseñe igualdad. Impartiend­o educación afectivo-sexual, para que las y los adolescent­es no se eduquen mediante la pornografí­a, que presenta a las mujeres como objetos al servicio de los hombres. Revisando los libros de texto, para que no nos pinten un mundo en el que los únicos que hacen cosas importante­s son hombres (porque para empezar, eso no es cierto). Es un plan a largo plazo.

A corto, yo me conformarí­a con que alguien ofrezca a sus señorías una formación en perspectiv­a de género: unas gafas violetas para que dejen de confundir una violación con un “jolgorio”.

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