La Vanguardia

Las malas y los imbéciles

- Xavier Aldekoa

Zenab juega a fútbol con la camiseta del Barça y un pañuelo granate en el pelo. Tiene 17 años, su ídolo es Messi y vive en una ciudad dura. Porque Agadez (Níger) es una ciudad dura. De gente dura. Cruce de caminos a las puertas del Sáhara, fue un lugar clave para las rutas de caravanas en el desierto. Hoy lo es pero sin poesía: es el principal punto del que salen migrantes hacia Libia y Europa. Es un sitio polvorient­o, de casas de adobe, de traficante­s y buscavidas; de calor insoportab­le. Es una frontera sin serlo: aunque Libia está a 2.000 kilómetros, a partir de Agadez sólo hay arena y si se te estropea el coche, el desierto te mata a cámara lenta. En las fronteras hay gente dura y también imbéciles. Explico esto porque a veces la línea entre un tipo duro y un imbécil es difusa. Por si acaso: esta columna está llena de imbéciles.

Hace unos días, se celebró en Agadez la final sub-17 masculina de fútbol. Me tomé el asunto como cuando unos gitanos venían a la puerta de mi colegio y hacían subir a una cabra a una escalerita mientras tocaban la flauta: sabía que probableme­nte el espectácul­o iba a ser decepciona­nte, pero no podía evitar la curiosidad. Fui a echar la tarde.

En el descanso, mientras los chicos descansaba­n quince minutos, salieron a jugar dos equipos de chicas, Zenab entre ellas, y la grada rugió. Era una trampa. A cada error de alguna jugadora, cada entrada a destiempo o tropezón, los presentes soltaban carcajadas y se desternill­aban. Se mofaban. Quizás sin mala intención, con un aire paternalis­ta incluso, pero no hace falta querer ser imbécil para serlo. A menudo sale solo.

El imán de una mezquita de la ciudad, por ejemplo, había dicho el día antes que permitir el partido de chicas en el entretiemp­o era haram (pecado) y segurament­e pensaba que era un tipo recto y no

A cada error de alguna jugadora, cada entrada a destiempo o tropezón, los presentes soltaban carcajadas

un gañán. Creo que se me entiende.

Zenab y sus colegas seguían a lo suyo, que era mal. Muchas jugadoras tenían problemas para conducir o chutar el balón. En un centro manso al área, una defensa le pegó un manotazo a la pelota. De reflejo, como quien espanta a una mosca. Penaltazo. El público se moría de la risa. Al final, el mini-partido acabó en empate porque el árbitro concedió un gol en fuera de juego —hizo un gesto condescend­iente con la mano al linier, que se diviertan, vino a decir— y ellas salieron abrazadas y satisfecha­s del campo.

Le pregunté a Zenab si le habían molestado las burlas de la grada y ella resopló.

— En este país a las mujeres nos consideran menos, pero yo estoy contenta.

Normalment­e se aplaude a las buenas o a las campeonas; como si en ellas el aplauso fuera de prestado: ligado a la victoria, a la virtud. Zenab y sus compañeras juegan mal a fútbol. Muy mal. Pero juegan.

Delante de un público que se mofa. Después de que un imán les prohíba jugar.

Ella dice que cuando mejoren ya les aplaudirán. Yo creo que no hace falta esperar, Zenab.

 ??  ?? POR LA ESCUADRA
POR LA ESCUADRA

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain