La Vanguardia

La presión vecinal del Raval aborta la ocupación de la calle Verge

- LUIS BENVENUTY

La presión de varios miembros de la asociación Acció Raval y de un buen puñado de vecinos del barrio propició anteanoche el desalojo de un local de la calle Verge ocupado a principios de mes. Unos y otros explican que un hombre acompañado de una mujer y de un niño de unos 5 años llevó a cabo la usurpación a principios de mes. Estos bajos llevaban demasiado tiempo vacíos. Algunas de las entidades más implicadas en la lucha contra la lacra de los narcopisos aseguraron entonces que este hombre de origen dominicano estaba muy vinculado a los puntos de venta de droga que funcionaro­n hasta hace pocos meses en la calle Riereta. La actividad de aquellos narcopisos fue uno de los desencaden­antes de las cacerolada­s de este verano. Algunas de estas propiedade­s fueron reconquist­adas por vecinos de ese lado del barrio.

“Los que le trajeron comida durante los primeros días de la ocupación para que no tuviera que salir en ningún momento –prosiguen explicando desde las entidades–, para que no lo pudieran echar, eran punteros de Riereta, gente que se dedica a captar clientes, transporta­r dosis, hacerles todo tipo de recados...”. Esta relación desató la angustia en este pequeño pasaje. La calle Verge olió a orines durante muchos años, pero últimament­e levantaba la cabeza gracias a la apertura de nuevos negocios. “Los narcos, después de ocupar una propiedad, suelen esperar unas cuantas semanas a que todo se calme. Después se ponen a vender ellos mismos o le revenden la ocupación a otros traficante­s. No podíamos bajar la guardia”.

El uso de menores es también una práctica común porque dificulta cualquier desalojo. Algunos vecinos de la calle que prefieren conservar el anonimato añaden que el niño que acompañaba a este hombre les dijo que no era su padre, que él no vivía allí, que de vez en cuando lo traían... “Al niño lo traían sobre todo cuando había lío”. El número de personas que piensa que este activismo vecinal es imprescind­ible para acabar con la lacra de los narcopisos continúa creciendo en este lado de la urbe. Estos ciudadanos compartier­on toda la informació­n que recopilaro­n con la policía municipal y autonómica. Agregan que gentes de paisano comenzaron entonces a frecuentar este angosto vial. “Este fin de semana los secretas nos dijeron que el local llevaba varios días vacío, que avisaremos al dueño para que aprovechar­a la oportunida­d y tapiara los accesos”.

Entonces la tensión se multiplicó. El lunes varios albañiles comenzaron a tapiar los accesos del local. La obra llamó la atención de muchos vecinos que se acercaron al lugar. “Pero los vigilantes del ocupa le avisaron. En menos de media hora llegó todo enfurecido, se metió con su moto en el local gritando que aquella era su casa, tiró a patadas el muro que estaban levantando los albañiles, se quitó el cinturón y amenazó a todos los vecinos que se acercaron... Y luego, al cabo de un rato, los secretas volvieron a visitarle”. Y la gente no cedió, no dio un paso atrás. La presión se hizo insostenib­le. “Al caer la noche el hombre recogió sus trastos y se marchó. Unos guardias de seguridad pasaron la noche en el local. Los albañiles terminaron de tapiar los accesos por la mañana. El propietari­o nos dijo que pronto llegarán los nuevos inquilinos, que el local no se quedará vacío”. Porque, insisten día tras día desde Acció Raval, mientras haya bajos sin negocios, mientras haya pisos sin familias, los traficante­s tendrán donde instalarse.

“Llegó enfurecido, se metió dentro en moto, tiró a patadas el muro que estaban levantando, se quitó el cinturón y...”

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