El Orfeo de Jóhannsson
El islandés, compositor de las bandas sonoras de ‘The arrival’ o ‘Sicario’, presenta en L’Auditori ‘Orphée’, una metáfora del cambio
Responde a todas las preguntas largamente y con una amabilidad poco acostumbrada. Una amabilidad que incluso se extiende a la única cuestión a la que no puede responder: ¿Por qué fue apartado de la banda sonora de
Blade Runner: 2049?. “Lo siento, por razones contractuales no puedo hablar de ese tema”, se disculpa Jóhann Jóhannsson (Reikiavik, 1969), uno de los más grandes compositores de bandas sonoras cinematográficas de la actualidad. El único que sí ha hablado del tema es el director de la secuela de Blade Runner, Denis Villeneuve, para el que Jóhannsson ha realizado músicas tan fascinantes como las de Sicario y The arrival. Villeneuve justificó la sustitución porque necesitaba retornar “a un sonido más Vangelis”. En fin, por suerte Jóhannsson no para y esta tarde aterriza en L’Auditori, como parte del ciclo Sit Back y elegido por el festival Primavera Sound, para presentar su último disco, Orphée, junto a nueve músicos: quinteto de cuerda, guitarra, teclados, batería y bajo. Él, al piano.
El islandés mezcla en su música naturalmente la orquestación clásica y la electrónica, con influencias del minimalismo pero transitando muchos caminos distintos, como muestra la banda sonora más clásica de La teoría del
todo. “Siempre he estado abierto a muchos tipos de música. Estudié piano y trombón. Escuchaba Mahler... La música que escuchas a los 16 nunca te deja”. Actualmente vive en Berlín y su trayectoria explica la naturalidad de su mezcla musical. Su padre, ingeniero de IBM, ya transformó un primitivo ordenador en instrumento musical. Estudió piano y trombón pero aprendió a componer y orquestar de forma autodidacta. También formó parte de un grupo de indie rock y escogió Literatura en la universidad.
Y no hay poca literatura en el
Orphée que presenta en L’Auditori, una buena muestra de su trabajo y un diario de sus últimos años. Dice que eligió el nombre de Orfeo, el seductor músico que bajó a los infiernos a rescatar a su amada Eurídice, “como marco para hablar de temas como el cambio y cruzar umbrales”. “Para una de las piezas, buscando letras, entré en las Metamorfosis de Ovidio y al ver su manera de volver a contar el mito de Orfeo se convirtió en la metáfora central. Resonaba en mí. Además, soy un gran fan de la película de Jean Cocteau Orfeo y quise hacer un homenaje a ese filme incorporando a la música sonidos grabados de estaciones numéricas, elemento que aparece en la película varias veces con el personaje escuchando sonidos aleatorios en la radio que parecen poesía automática”.
Orphée habla también de luz y oscuridad, “sobre todo de su círculo eterno, de la necesidad de ambos”. “Nunca puedes ser una fuente de pura luz o pura oscuridad mucho tiempo. Pero me atraen los extremos y mi trabajo lo refleja, como Englabörn , mi primer álbum, basado en el poema 85 de Catulo, que comienza ‘Odio y amo’ y habla de los extremos emocionales que podemos experimentar y cómo pueden ser fuente de extremo sufrimiento, pero son parte de la condición humana. Un poema de hace dos mil años que todo el mundo puede sentir hoy cercano”.
Orphée y Englabörn tienen mucho en común, señala, y recuerda que crear Orphée le llevó seis años, “pero todas las composiciones tienen algo en común”, como “unas progresiones armónicas que parecen estar siempre ascendiendo”. “Además, al crearlo durante seis años se convirtió en una especie de diario de mi vida”, cuenta. No es baladí: explica que huye de etiquetas “como postclásico o neoclásico o clásico, sólo me interesa comunicarme a través de la música, alcanzar a la gente emocionalmente, si algo que hago resuena en otro estoy feliz, he alcanzado mi objetivo”.
“Sólo me interesa comunicarme a través de la música, alcanzar a la gente emocionalmente”